Menor secuestrada: un nuevo agravio social
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La comunidad entera de Saltillo –y otras más allá de los límites de nuestra ciudad– se encuentra conmocionada desde ayer por la tarde, tras conocer la noticia de que una bebé, de apenas cinco meses, fue arrancada con violencia de los brazos de su madre a plena luz del día.
La conmoción se acrecienta debido a que el tema que captura la atención de todo el País en estos días es el relativo a los feminicidios, que nadie parece capaz de frenar y provocan una generalizada sensación de impotencia entre la población femenina, en primer lugar, pero también entre padres de familia a quienes inquieta la seguridad de sus seres queridos.
Los sentimientos se entremezclan de forma inevitable. A la conmoción inicial que provoca la noticia le sigue de inmediato la indignación, pues el hecho nos enfrenta, una vez más, a la idea de que no existe garantía de seguridad en las calles de nuestras ciudades.
El elemento más agraviante es que la víctima del rapto sea una bebé pues, como se ha comentado en múltiples ocasiones, aunque los delitos violentos cometidos en contra de cualquier persona nos agravian a todos, tal hecho resulta aún más cierto cuando hablamos de menores de edad.
La situación de indefensión de la pequeña Karol Nahomi provoca indignación de forma irremediable y convoca a todas las personas a exigir que todos los recursos del Estado sean empleados con eficacia para resolver el caso.
El episodio de este martes, por desgracia, nos obliga a recordar una realidad lacerante: en Coahuila cada dos días se reporta un pequeño a quien sus padres no logran localizar, lo cual nos habla de un problema sumamente extendido que exige políticas públicas –y participación ciudadana– para ser contenido.
Y no es que si un adulto es secuestrado sea menos importante, pero ciertamente el grado de indefensión de los niños exige un grado de protección reforzada a sus derechos.
No podemos –no debemos– escatimar esfuerzos y recursos para garantizar la seguridad de nuestros niños. No podemos ser indiferentes ante el dolor de una madre a quien individuos sin escrúpulos dejaron ayer sumida en la angustia y la desesperación de saber a su hija víctima de un delito.
¿Qué podemos hacer los miembros de la comunidad? ¿Cómo podemos ayudar a la localización de esta bebé y de todos los niños que han desaparecido? ¿Qué medidas debemos adoptar para evitar que se sigan sumando víctimas a la estadística funesta?
Las autoridades, lo vimos ayer, reaccionaron desplegando un operativo de búsqueda. Pero éste no ha sido eficaz y por ello resulta obligado pensar en las medidas adicionales que esta realidad exige. Porque de lo que se trata es de lograr la eficacia de la estrategia.
La conmoción y la indignación resultan inevitables. Pero al mismo tiempo que estos sentimientos afloran es preciso que la razón nos conduzca a identificar soluciones e implementarlas.
El lugar de Karol Nahomi son los brazos de su madre. A ellos debe volver. Pero también debemos asegurarnos de que ninguna otra familia pase por esta angustia.