¿A merced del capital financiero? Despacio... pero con premura.
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El poder de influencia del capital financiero es palpable las variaciones del tipo de cambio. Los mercados financieros son, en concreto, los grandes corporativos con excedentes de capital disponibles o quienes poseen considerables activos financieros en liquidez, cuyo interés son la rentabilidad y/o la seguridad.
En caso de que se vean amenazadas las expectativas de ganancia –en corto, mediano o largo plazos- estos excedentes o activos en moneda nacional se intercambian por dólares y se trasladan a otros países con expectativas más favorables. Este asunto no es menor para una economía.
Contingencias naturales, sociales, económicas o políticas, por mínimas que seas, que pongan en riesgo las perspectivas de ganancia, entonces al demandar más moneda extranjera se deprecian monedas locales. “Los mercados están nerviosos” se dice, esto es la inseguridad de obtención de ganancias financieras de quienes poseen excedentes de capital en liquidez. Es el caso del peso mexicano respecto al dólar, que está a merced del acelerado intercambio de monedas, un juego histórico del capitalismo, más acentuado en las últimas décadas.
Esta volatilidad del tipo de cambio tiene beneficios y perjuicios: en caso de apreciación las exportaciones se encarecen y se abaratan las importaciones, la balanza comercial es más deficitaria, asimismo tiende a reducirse la inversión extranjera directa; contrariamente, con depreciación se encarecen las importaciones y los costos de producción, con impacto negativo en el nivel de precios, además se eleva la tasa de interés que encarece el costo del dinero, pero favorablemente tienden a incrementarse la inversión extranjera directa, las exportaciones y el turismo.
En todo caso, apreciación o depreciación de una moneda son indicador de confianza o desconfianza respecto al rumbo de las economías del mundo, que están a merced de las expectativas de ganancia y seguridad en los mercados financieros. México no es la excepción.
Recientemente: se canceló la construcción nuevo aeropuerto de la ciudad de México en el lago de Texcoco y el peso depreció a 19.80 pesos por dólar (ppd); Ricardo Monreal, senador por Morena, anunció la revisión de las elevadas comisiones que cobran los bancos e inmediatamente el tipo de cambio se depreció de 19.80 a 20.40 ppd, luego regresó la calma; posteriormente Donald Trump criticó las, según él, débiles decisiones para detener la caravana migrante y el peso se depreció hasta 20.60 ppd; pero esto no es nuevo.
En promedios anuales, en diciembre de 2012 el tipo de cambio se situó en 12.80 ppd; en 2014 llegó a 14.70 ppd; con la llegada de Trump al poder superó temporalmente los 20.80 ppd; en 2017 el peso tuvo una leve recuperación al situarse en 19.60 ppd. Alrededor del 60 por ciento de depreciación en cinco años. Las causas: débil crecimiento económico, caída de precios del petróleo, inseguridad, incremento de la deuda pública federal, política proteccionista en Estados Unidos, incertidumbre respecto al TLC o el nuevo acuerdo comercial trilateral, entre otros.
Con el reciente gobierno federal de centro-izquierda se dice que la incertidumbre intensificará la volatilidad financiera, con pronósticos reservados. Un verdadero reto. Las decisiones en política económica serán las que generen confianza de estabilidad, ganancias en la economía real y rentabilidad financiera. Aquí algunas.
Estricto rigor en el ejercicio del gasto público, su operación y resultados, sin incrementar el déficit (actualmente es de 2%) y reduciendo el gasto corriente; progresivamente reducir las comisiones bancarias así como la tasa de interés crediticia; como actividades estratégicas rescatar para el Estado la cadena productiva petrolera, gasífera y eléctrica; incrementar el gasto en infraestructura productiva indispensable, que genere inversión de capital y empleo digno; elevar paulatinamente el salario mínimo, verificando con precisión su impacto en el nivel de precios; programas sociales efectivos que generen bienestar y asimismo demanda agregada; reducir la corrupción pública y privada; entre otras, para orientar la economía.
En suma, convocando a la sociedad, legalmente, se espera que con mesura y prudencia políticas se impulse el crecimiento económico y el desarrollo integral, así provocar tranquilidad y confianza en “los mercados financieros”. Despacio... pero con premura.