Mi amigo Celestino
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Xalapa, Veracruz. “Por ahora no vengas porque éstos descarados ya ni le despistan. Te mando por correo los detalles y más adelante nos coordinamos para que les des seguimiento. Mi jefe quiere hablar conmigo, espero que no me vaya a pedir que le pare a mis notas sobre el alcalde de Actopan”, me escribió el miércoles 31 de julio del año pasado mi amigo Celestino Ruiz Vázquez.
Les platico: Reportero de los buenos, incisivo como él solo, con un olfato periodístico con el que se nace y con muchos planes por delante, intercambió conmigo información muy importante sobre el clan de los Yunes, que en Veracruz lideran una red de tráfico de influencias que le ha costado al PAN -partido en que militan- gran parte del descrédito nacional que hoy arrastra.
Utilicé datos duros que Celestino me consiguió, para los artículos que escribí cuando Miguel Angel Yunes Linares -el patriarca de esa banda- sustituyó a Javier Duarte en la gubernatura de Veracruz de 2016 a 2018.
Lo menos que dije en ese entonces fue que a un corrupto de ligas menores le sustituyó uno de las grandes ligas y por más que manoseó las elecciones de 2018 tratando de que su primogénito Miguel Angel Yunes Márquez ganara, no se le hizo.
En junio de 2018 teníamos un mes de haber iniciado una investigación periodística sobre los hilos que mueven la corrupción en los reductos panistas de la alcaldía de Boca del Río -en manos de otro hijo de Yunes, Fernando- Actopan y otros municipios de Veracruz.
Un día de esos, Celestino me dijo que se le cocían las habas por escribir sobre el tema porque temía que se perdiera la oportunidad, y como la investigación estaba inacabada en la ruta que le seguíamos a los dineros de los Yunes, decidió hacer un bloque referido específicamente a las maromas nepotistas, abuso de autoridad y otras corruptelas del alcalde de Actopan, el también panista José Paulino Domínguez Sánchez.
Y así lo hizo. Sus notas y artículos fueron publicados por el periódico “El Gráfico” de Xalapa y como estaban llenos de datos duros y bien confirmados, no hubo manera de que el alcalde señalado lo desmintiera.
Sus publicaciones se dieron en junio y julio de ese año y llegó al extremo de denunciar al edil Domínguez Sánchez ante la Fiscalía General del Estado, por varios delitos, uno el desvío de recursos del erario para liberar a Fermín Domínguez Barradas, hijo del alcalde, quien estaba preso.
La principal acusación de Celestino señalaba con pruebas al funcionario público, de disponer de $12 millones de pesos del erario, que usó para resolver tal problema familiar con uno de sus hijos. Esa vez, Celestino me envió fotos y documentos para que le ayudara a confirmarlas con mi plataforma de BigData y como todo fue corroborado, los publicó.
El incidente fue que ese hijo que vive en la Delegación Iztacalco en la CDMX, mató accidentalmente a un amigo con una escopeta de cañón recortado.
Celestino consiguió y divulgó documentos que probaban cómo el alcalde había utilizado ese dinero para tratar de sobornar a policías ministeriales de la CDMX y al fiscal que llevaba el caso de su hijo.
Debido a esto, el periodista sufrió amenazas directas por parte del alcalde y llegó a tener protección policial para él y su familia. Fue cuando me pidió que no fuera a Xalapa, según lo habíamos planeado para terminar la investigación sobre los Yunes.
El jueves 1 de agosto se dio la reunión en la redacción del periódico donde escribía y tal como se lo esperaba, su jefe le pidió que “moderara” sus notas y artículos sobre el alcalde de Actopan.
Después de esa reunión, me llamó y me dijo: “¿Qué crees? José Luis (Poceros, director del Gráfico) me pidió que aceptara $10,000 pesos que me ofrece el alcalde para que le pare a mis publicaciones y que retire la demanda que tengo contra él”.
Supuestamente ese dinero sería para pagarle los daños que “alguien” había causado a su auto Tsuru, con bates de beisbol. Poco después, la fachada de su casa fue rafagueada y los parabrisas de dos vehículos de su propiedad fueron rotos.
De hecho, la última publicación de Celestino fue una narrativa que hizo sobre el desvío de recursos municipales y siguió toda su ruta hasta que el dinero fue pagado como soborno a los ministeriales y al juez capitalinos.
La tarde del viernes 2 de agosto -un día después de su llamada- Celestino estaba sentado a la entrada de su casa del barrio La Bocanita, en Actopan, dando la espalda a la calle, mirando la televisión en la tienda de abarrotes de su propiedad, cuando dos personas se aproximaron a él y después de cerciorarse de que era a quien buscaban, le dispararon ocho veces en el rostro, el pecho y en el costado izquierdo.
Los primeros disparos se hicieron con un arma larga, desde el exterior de la tienda; luego, los pistoleros se metieron al establecimiento y remataron al periodista con cuatro disparos de un arma corta.
Celestino dejó como viuda a su esposa Blanca Flor Santiago y huérfanos a dos hijos de 13 y 18 años.
El que entonces era fiscal de Veracruz, el bueno para nada de Jorge Winckler Ortiz -a quien puso en ese puesto precisamente Miguel Angel Yunes Linares- lo más que hizo fue ordenar que se realizaran 38 periciales pero hasta el momento, no hay ningún avance sobre éste homicidio. Ni un solo sospechoso y menos, ningún detenido.
En uno de los últimos apuntes que Celestino me envió, mencionó a Luis Enrique Florencio Barradas, escolta del alcalde de Actopan. “Estoy casi seguro de que fue uno de los que rompió con un bate el parabrisas de mi carro”, me dijo.
Ando en Xalapa y uno de los motivos es ver si a las autoridades de Veracruz les interesan algunos de los datos duros que mi amigo Celestino consiguió sobre lo que hoy les he platicado.
CAJÓN DE SASTRE
“Pues a ver cómo te va, por lo pronto, cuídese m ´ ijo, porque desde el cementerio no se hace periodismo”, dice la irreverente de mi Gaby.
Plácido Garza