Micrófono estudiantil
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Dale a la marimba.
Di hora y clima. Cambia aguja, Conecta sonido. Abre volumen. Anuncia programa de quince minutos con la música que escogiste en la discoteca. Hay discos de 78 y 45. Abriste la difusora y anuncias de 7 a 9 de la mañana. Recibirás dos pesos por hora. Te acercas al micrófono y vas diciendo los anuncios comerciales.
Están en fichas engargoladas que hay que girar.
Estudias el bachillerato en el Ateneo y tienes 17 años.
En la XESJ don Froylán acepta el experimento de admitir locutores preparatorianos. Es la estación de la “música selecta” de las dos de la tarde. Es la estación que da la hora y dice si va a llover o habrá cielo despejado y pleno sol. Y es el tiempo en que hay una radiodifusión adolescente desde cabinas, muy distintas a las de ahora de tecnología de punta.
Son recuerdos relampagueantes en esta noche fría de febrero. Carlos Gaytán presenta su libro en el Centro Cultural Vito Alessio Robles. Tiene un título acústico.
Se titula “¡Bueno! ,sí, probando: 5,4,3,2...XESJ al aire!”. Contiene 60 entrevistas a locutores saltillenses con chispazos biográficos. Te toca
presentarlo sin haberlo leído. Solo lo ojeaste y lo hojeaste pero captaste lo esencial. Pudiste hablar unos minutos ante una audiencia de locutores y amantes de la radio que después escucharon al verdadero presentador y las palabras emotivas y evocadoras de Carlos, emocionado por realizar el sueño de la publicación de su libro.
Recuerdas tu paso juvenil por la aventura de la radiodifusión local. Ha habido reincidencia, muchos años después, con las grabaciones de “Conversación para el camino” en una difusora y “Tu mundo y tú fe” en otra. Se mantuvieron con grabaciones semanales que todavía se escuchan en diferentes horarios.
La radio ha soportado el tsunami de la televisión y la envolvente telaraña de las redes sociales. Se sigue escuchando en los hogares, en la albañilería de las construcciones, en los teléfonos celulares, en el avance de los automóviles con reproductores de cuatro bocinas.
No tiene imagen. Solo el destello imaginativo del radioescucha. Es voz y es música y efectos acústicos.
Como puede ser portátil, no obliga a estar estacionado, inmóvil, con fija atención visual.
La atención es solo de la oreja. Admite desplazamiento y distancia. El arte de la voz requiere en la transmisión todas las tonalidades e intensidades que matizan la locución radiada. Las programaciones tienen una variedad que aglutina muchos centros de atención.
En la ciudad se puede sintonizar un noticiero, un concierto clásico o música de rompe y rasga, un pensamiento espiritual o el avemaría cantada de las doce del día. Surgen los comerciales con un abanico de recursos de humor, de canturreo, de diálogo certero, de celeridad exagerada o de originales estímulos de la curiosidad, reportajes de eventos y programas interactivos que recogen las inquietudes y sugerencias de la comunidad.
Se recuerda aquel micrófono estudiantil, agradeciendo una invitación a la presentación de un libro vivo que será historia anecdótica, salpicada de simpatía y teñido de efusiva amistad...