Midas y los magistrados
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El enfrentamiento entre el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo por la nueva Ley Federal de Remuneraciones ha sacado a relucir la pretendida, pero aún hoy inexistente, división e independencia de los poderes que norman la vida política de México. Históricamente el Judicial y el Legislativo han estado sometidos al Poder Ejecutivo en todos los niveles, con excepción, quizás única, en lo que respecta a sus dietas y salarios, motivo de la polémica actual entre López Obrador y la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Lo mismo que han venido haciendo los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en relación con los altísimos salarios que se asignan a sí mismos y que aumentan a sus anchas cada año, lo hacen los senadores y diputados federales, y a nivel estatal los poderes judiciales y los congresos locales, y hasta los integrantes de los cabildos a nivel municipal. La corrupción salarial abarca a las autoridades en todos los niveles, lo que induce a pensar que no es vocación de servicio, ni siquiera ambición de poder lo que llevó a sus miembros a tales cargos, mucho menos la aspiración de contribuir a la resolución de los problemas y al desarrollo de la comunidad, ni la de velar por la justicia y el resguardo de la Constitución, sino más bien, y en primer término, el deseo de recibir un sueldo elevado.
Los tres poderes políticos mexicanos están convertidos en imagen viva de la cueva del tesoro de “Las Mil y Una Noches” y el “ábrete sésamo”, su fórmula mágica ha sido la asignación de sus propios sueldos y prestaciones. El hecho de recibir una jugosa dieta o salario, acompañado con múltiples incentivos y prebendas, parece ser también la explicación de las luchas al interior de los partidos políticos, entre sus militantes, para alcanzar nominación como candidatos a los cargos de elección popular, sobre todo a las curules y cargos de representación proporcional.
Hasta ahora, los magistrados y jueces han tenido el poder del rey Midas para convertir en oro sus salarios, igual que quienes ostentan cargos de autoridad en cualesquiera de los tres poderes políticos. Sólo que Midas, después de ser el hombre más feliz de la tierra al ver que podía convertir en pepita de oro una pequeña brizna de hierba, se dio cuenta de que la comida y el vino también, y el asunto se volvió trágico al ver a su hijo convertido en una figura de oro en sus brazos. Para volver a su estado normal, hubo de bañarse en el río Pactolo, que desde entonces lleva para todos las pepitas del preciado metal. Como el legendario rey de la antigua Frigia, jueces y magistrados, legisladores y regidores debieran darse un “baño de pueblo” para repartir el toque de Midas: la suerte del rico que todo cuanto hace le sirve para acrecentar su fortuna.
Hay algo más sobre Midas. Un día, arbitró un concurso de flauta entre Apolo y Pan, y concedió la victoria a este último. Apolo, enojado, le dio orejas de asno al rey. Midas las escondía usando un gorro frigio, pero su peluquero no pudo guardar silencio y cavó un agujero cerca del río, donde murmuró: “El rey Midas tiene orejas de asno”. Poco después, unos rosales que crecieron en el lugar susurraban el secreto a todos los que pasaban por allí. Midas fue entonces, el más infeliz de la tierra.
La opinión pública cobra peso poco a poco y, eventualmente, la conciencia ciudadana empieza a intervenir en las acciones erradas de gobernantes e instituciones para exigir su corrección. Ya no será tan fácil cargar al erario sueldos no devengados o exageradamente elevados, cuando empleados y funcionarios menores sufren no sólo la disminución en el valor del dinero, sino también los recortes en sus propios salarios. El juicio de Juan Pueblo decidirá a quién poner las orejas de asno y los vientos de la transparencia se encargarán de divulgar el secreto.