Migrar es de humanos
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La migración es un fenómeno tan antiguo como la humanidad misma: todos migramos en algún momento de nuestras vidas. Y si no nosotros, seguramente lo hicieron nuestros padres o abuelos. No podría estudiarse la historia de la humanidad sin considerar los primeros flujos migratorios que poblaron los territorios del mundo en busca de terrenos más fértiles para la siembra, al huir de guerras o en la búsqueda de mejores oportunidades de vida.
La política de nuestro país respecto de la migración ha sido diversa según el contexto analizado. Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, por ejemplo, se recibió a españoles, alemanes e italianos que huían de las dictaduras fascistas de sus países. En contraste, la política migratoria cardenista no daba a los judíos el trato preferencial que se otorgaba a los primeros (principalmente a los que eran empresarios e intelectuales). A barcos llenos de judíos con destino a México no se les permitió el desembarque en puertos nacionales.
Ya para la segunda mitad del siglo 20, México acogió a guatemaltecos, salvadoreños y hondureños exiliados por la guerra civil de sus países y, en los años setenta, a chilenos, argentinos, peruanos y colombianos que huían de las dictaduras militares.
Actualmente la inmigración continúa: la embajada de Estados Unidos en México estima que alrededor de 1.5 millones de personas nacidas en Estados Unidos radican actualmente en nuestro País. Las razones son diversas, tales como los fines comerciales, además de un número importante de personas que encuentran en México el lugar para retirarse.
Por otro lado, se encuentra la migración de tránsito: un fenómeno que se presenta en México debido a su ubicación geográfica que lo convierte en el paso obligado para personas de Centro y Sudamérica, que pretenden llegar a Estados Unidos.
Este es uno de los temas que más preocupa a los defensores de derechos. Y no es para menos: según la Red de las Organizaciones Defensoras de Migrantes, en su tránsito por México los migrantes se enfrentan a diversas violaciones de derechos humanos: trato digno, seguridad jurídica, debido proceso, no discriminación, protección de la unidad familiar, a no ser criminalizado, el interés superior del menor, entre otros.
A todo lo anterior se sumará en próximos días una preocupación adicional: como parte de las negociaciones sobre aranceles entre México y Estados Unidos, nuestro País asumió el compromiso de blindar la frontera sur mediante el despliegue de 6 mil elementos de la Guardia Nacional.
Y es preocupante porque aunque pretende decirse que la Guardia Nacional tiene mando civil, al menos en esta primera etapa de su conformación, el grueso de sus integrantes son militares. Y los antecedentes de la participación de las fuerzas armadas en labores de seguridad pública han dejado como resultado violaciones graves de derechos humanos, aunado a que la premura del compromiso –se estableció un plazo de 45 días para entregar resultados– pone en duda la capacitación en materia de control fronterizo y de derechos humanos con que contarán los elementos.
Si se considera el plazo antes mencionado, queda la esperanza de que ante el incumplimiento de las expectativas de Donald Trump, México aplique el denominado por algunos medios “Plan B”. Este consiste en aplicar políticas como el “arancel espejo”, es decir, responder a las imposiciones arancelarias de Trump con aranceles a productos que “le dolerían” a Estados Unidos, u otras medidas como el litigio en el que, dado que los aranceles son unilaterales, habría buenas posibilidades de resultar con una determinación favorables.
Estas alternativas, sin duda, dejarían mejor parada la dignidad nacional y nos evitaría caer en acciones que “nos hagan avergonzarnos en materia de derechos humanos únicamente por satisfacer a Trump”, como señaló el ministro de la Suprema Corte en retiro José Ramón Cossío.
Hace falta más humanidad, respeto, empatía y solidaridad hacia aquellas personas que atraviesan nuestro País en busca de mejores oportunidades. Tanto en las leyes como en el diseño de políticas públicas y en la ciudadanía misma. Proteger los derechos de las personas migrantes es obligación de todas y todos.
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH
ferhleal95@gmail.com