Mirador 13/11/19
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Me habría gustado conocer a don Antero de la Cruz González.
Fue el hombre más rico de la comarca. Poseía tierras que no alcanzaba a medir y ganados que no alcanzaba a contar. Era dueño de minas. Tenía acciones mayoritarias en un ferrocarril y un banco.
Nadie supo de dónde había llegado. Unos decían que era español; otros pensaban que provenía de Cuba o de América del Sur. Soltero, sin familia alguna, e l día que cumplió 60 años se deshizo de todos sus bienes. Comentaba:
-Y al hacerlo me deshice de todos mis males.
Fue a vivir en una cabaña que había hecho construir en la montaña de Ábrego. Ahí se dedicó a leer –“O sea a viajar”, decía– y a cuidar un pequeño huerto en el que cultivaba flores y hortalizas. Dicen los que eso vieron que mientras trabajaba las aves se le posaban en los hombros y los animales del bosque venían a acompañarlo.
Un día un leñador lo encontró muerto al pie de un árbol. Tenía un libro en la mano y una sonrisa en el rostro. Las criaturas montaraces estaban a su alrededor como para cuidarle el sueño.
Me habría gustado conocer a don Antero de la Cruz González. Cuando fue rico fue pobre, y cuando fue pobre fue rico.
¡Hasta mañana!...
Armando Fuentes Aguirre