Mirador 15/02/2016
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Estoy triste por este árbol.
La nieve que cayó hace días en el Potrero le desgajó una rama. Es árbol viejo ya, y me da pena mirarlo con su brazo roto.
Hice que le vendaran esa herida. Con cuerdas le sostuvimos la caída rama. Por las mañana voy y le pregunto: “¿Cómo estás?”. Tiemblo si me parece ver visos de amarillez en su follaje; me alegro si advierto en él nuevo verdor.
La naturaleza es muy sabia, pero es también muy cruel. El peso de la nieve sirve para que las ramas débiles desaparezcan, y las que sobreviven cobren más vigor. A mí me afligen las ramas que se quiebran, y no me importa que el árbol, libre de aquella carga inútil, vaya a dar más fruto.
Don Abundio, el cuidador del huerto, menea la cabeza. ¡Tantos árboles hay, y tantas ramas! ¿Por qué preocuparse tanto por una sola rama? ¿Por qué gastar tantos cuidados en un árbol nada más?
No sé decir por qué. Pero espero que cuando a mi árbol se le desgaje una rama venga una mano de misericordia a vendar su herida, y una voz amorosa me pregunte: “¿Cómo estás?”.
¡Hasta mañana!...