Mirador 15/06/2020
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A distancia del Potrero corre un río en tierras que son ya de Nuevo León.
Cuando los de Ábrego lo vemos sentimos cierta envidia, pues nosotros no tenemos río: tenemos sólo acequias para traer el agua del manantial nombrado “La cazuela” por nacer en una peña de esa forma.
Hermoso es el río que llaman el Pilón. Sus aguas, caudalosas en algunos tramos, son claras y sonoras. Si quieres pasar a la otra orilla debes cuidar de no perder pisada. Te arrastraría la corriente.
Acampé con amigos una vez cerca del rio, bajo unos nogales silvestres cuyos robustos troncos proclamaban que los árboles eran centenarios. Habíamos oído una leyenda contada por los lugareños: a medianoche el río se dormía unos minutos para reposar sus fatigas. Yo estaba ya en el sueño cuando de pronto me despertó el silencio. Salí de la tienda de campaña. No se oía ningún ruido. Mis amigos, que habían salido también, se miraban unos a otros como preguntándose: ¿Qué pasa?
Luego de unos instantes volvió a sonar el río, y su voz llenó otra vez la noche.
-Era cierto –dijo uno, asombrado.
Es cierto, digo todavía yo.
¡Hasta mañana!...