Mirador 16/09/20
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Llovió, llovió torrencialmente en la comarca donde el convento de San Virila estaba.
El río se creció e inundó el valle. Parecía que todas las aguas habían cubierto todas las tierras.
Un niño quedó asido a la ramazón de un árbol en medio del caudal que por todos lados lo rodeaba. De seguro la corriente iba a arrebatarlo. El pequeño perecería ahogado.
El padre y la madre de la criatura se echaron a los pies de San Virila y le rogaron con desesperación:
-¡Haz un milagro! ¡Salva a nuestro hijo! ¡Tráelo por el aire, o forma un puente de luz para que pueda venir hacia nosotros!
No hizo eso San Virila. Con los hombres de la aldea formó una cadena humana. El padre del niño pudo llegar hasta él y rescatarlo junto con todos los vecinos.
Les dijo el frailecito:
-¿Ya vieron los maravillosos milagros que Dios puede hacer con nuestra ayuda?
¡Hasta mañana!...
Armando Fuentes Aguirre