Mirador 23/05/20
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TEMAS
Vacilaba el Justo Juez.
El ángel había llevado a su presencia a un hombre para que lo juzgara.
En un platillo de la balanza se pusieron las buenas acciones que el hombre había hecho a lo largo de su vida, y en el otro las acciones malas.
Y sucedió que pesaron lo mismo unas y otras. El fiel de la balanza quedó en medio.
El Juez Supremo no sabía qué hacer. El mal y el bien en la vida de aquel hombre eran iguales.
Le preguntó:
-¿Tienes algo qué decir en tu favor?
Respondió, humilde, el hombre:
-Señor: a nadie nunca hice sufrir. A nadie hice llorar.
Al oír eso el Padre ordenó que de inmediato se le abrieran al pecador las puertas del paraíso.
¡Hasta mañana!...