Mirador 28/09/17
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–¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
Así gritó el pastor.
Sus compañeros echaron mano a sus palos y sus hondas, y corriendo fueron a defender sus rebaños. Pero el pastor había mentido. El lobo no venía.
Algunos sintieron la mala tentación de ir con sus hondas y sus palos hacia el pastor que los había engañado. Pero eran buenos y no castigaron su mentira.
Valido de esa impunidad el pastor mentiroso volvió a gritar días después:
–¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
Tampoco esta vez decía la verdad. Entonces sí los demás pastores fueron hacia él, y el engañador supo lo que eran las hondas y los palos de sus compañeros.
No sé si esto que acabo de contar sea una fábula. En todo caso tiene una moraleja: el que deja un engaño sin castigo quizá lo hace por bueno; el que deja sin castigar dos engaños favorece al malo.
¡Hasta mañana!...