Mirador 29/11/19
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Llegó sin avisar y me dijo de buenas a primeras:
—Soy el número uno.
Lo miré con atención y, la verdad, no tenía traza de ser el número uno. Parecía el dos, el cinco o el siete, pero no el uno. Le pregunté:
—¿En qué puedo servirle?
Respondió:
—Diga que soy el número uno.
—No puedo decir eso.
—¿Por qué?
— Porque hay otros números uno, y se molestarían si yo dijera que usted es el único número uno.
Me preguntó:
—¿Hay otros números uno?
—Claro que sí –le contesté–. Mire: 11, 111, 1111, 11111…
El número uno se alejó, mohíno, y ya no ha regresado.
Estoy feliz.
No me gustan los que se creen el número uno.
¡Hasta mañana!...