Mirador 3-04-19
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Llegó sin avisar y dijo con acento terminante:
-Soy el número uno.
Me sorprendió esa presentación, pues había conocido a muchos que decían lo mismo:
-Soy el número uno.
Se lo dije y respondió:
-Quienes se creen el número uno están equivocados. El único y verdadero número uno soy yo.
Pensé que no hay nadie que sea el número uno. Aunque parezca obviedad el único número uno que hay es el número uno. Creerse el número uno en cualquier actividad es soberbia intolerable.
Sin embargo no puse en palabras ese pensamiento. Callé ante aquel que decía ser el número uno. Molesto por mi silencio se alejó mascullando no sé qué cosas entre dientes.
Yo me quedé pensando que quien decía ser el número uno seguramente era el número dos. Eso explicaba su insistencia en decir que era el número uno.
¡Hasta mañana!...