Mirador 31/01/2020
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No es que San Virila haga milagros: se le salen, igual que a un niño al que se le caen las canicas del bolsillo.
Una mañana dejó su convento y tomó el camino hacia la aldea. Iba a pedir el pan para sus pobres.
-Pedir es seña de humildad –solía decir el frailecito-. Siete cosas pedimos en el padrenuestro, y eso nos hace siete veces humildes ante Nuestro Señor.
Un incrédulo que lo vio venir le dijo:
-Haz un milagro y creeré.
Le respondió San Virila:
-Tú no quieres la fe, hermano: quieres un espectáculo de circo.
Enojado, el hombre tomó una piedra y se la arrojó para herirlo. El santo hizo un ademán y en el aire la piedra se convirtió en una hermosa ave que se posó en su hombro. Él la tomó y la puso en el suelo. Ahí el pájaro volvió a ser piedra. Le dijo San Virila al hombre:
-El ave y la piedra son dos milagros de la creación. Si no sabes ver esos prodigios, si no eres capaz de descifrar el misterio que hay en la piedra y en el ave, ningún otro milagro te convencerá.
¡Hasta mañana!...