Momento de solidaridad: una onza de chocolate
COMPARTIR
TEMAS
En estos tiempos de crisis, requerimos más personas que dan de lo que han hecho sustancia de su alma: que reparten como las llamas, encendiendo la del vecino sin disminuir la propia
“HUMAN”, estrenada en Francia en 2015, es más que una película-documental, ya que invita a mirar hacia las honduras de nuestra alma, hacia lo más íntimo, hacia lo más adentro, con la intención de descubrirnos y sentirnos personas.
En “HUMAN”, personas de más de 60 países, de todas las edades, de distintas religiones, culturas y latitudes, con diferentísimas experiencias, responden a preguntas como “¿Se siente libre? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cuál ha sido la prueba más difícil por la que ha tenido que pasar y qué enseñanza le ha quedado? ¿Cuál es su mensaje para los habitantes del planeta?”, para brindar sus propias vivencias, también comentan sobre infinidad de aspectos inmanentes a la existencia, que permiten arribar a la sustancia del ser humano. Son testimonios e historias que presentan lo excelso y lo peor de nuestra humanidad, pero también la luminosidad de su redención y que, por su autenticidad y sinceridad, conmueven e invitan a la reflexión. Es una verdadera recopilación de relatos, rostros, destinos y encuentros.
La película también tiene la virtud de transmitir la belleza de nuestro planeta. En pocas palabras, es una obra cinematográfica y testimonial imprescindible en estos precisos momentos en los que estamos viviendo la mayor crisis global de nuestra generación, pues nos muestra que siempre podemos observar, percibir y admirar la belleza de nuestro mundo y la inquebrantable generosidad, solidaridad, esperanza y heroísmo que podemos descubrir en nosotros mismos y nuestros semejantes, exactamente en los momentos más oscuros, desesperados y agobiantes.
EL ENCUENTRO
En esta obra he descubierto una historia conmovedora que manifiesta una “inocua” generosidad, sencillamente extraordinaria. Una historia que manifiesta el esplendor de nuestra naturaleza, una historia de vidas que se vuelven a cruzar después de muchísimo tiempo y distancia, me refiero al encuentro de una mujer llamada Francine Christophe con una persona que muchos años antes fue salvada gracias a un pequeño gesto de solidaridad. (https://www.youtube.com/watch?v=Xg7iKaj9zMQ&app=desktop).
EN PALABAS DE FRANCINE
Francine Christophe, mujer francesa judía, tiene 86 años, es escritora y poeta. Nació en 1933, precisamente el año en que Hitler tomó el poder, junto con su familia fue deportada al nefasto campo de concentración Bergen-Belsen, en el norte de Alemania.
Cuando protagonizó la anécdota que hoy comparto tenía apenas ocho años. En palabras Francine: “Los niños, hijos de prisioneros de guerra, tenían el ‘derecho’ de llevarse de Francia una bolsita con 2 o 3 cosas pequeñas, como chocolates, un puñado de arroz, etc. Mi madre tomó dos onzas de chocolate y me dijo: ‘las guardo para el día que te vea hecha un desastre, por el suelo, entonces te lo daré para animarte’”.
Había una mujer deportada que estaba embarazada, pero su estado no se le notaba ya que estaba muy flaca, pero el día del parto llegó y fue a la enfermería con mi madre, que era la jefa del barracón.
Antes de partir mi madre me dijo: “¿Te acuerdas de las onzas de chocolate?” Si mamá – contesté – “¿Cómo estás?” “Bien mamá, voy avanzando”. Entonces me dijo: “Si no te importa, voy a darle el chocolate a nuestra amiga Hélene, porque pariendo aquí podría morir y, si le doy el chocolate, quizá le ayude”. Entonces le dije: “Si mamá tómalo”.
Hélene dio a luz un bebé pequeñito y enclenque. El hecho es que se comió el chocolate y no murió, entonces pudo volver a la barraca con su bebé.
El bebé no lloró nunca, ni un gemido. A los 6 meses llegó la liberación, deshicimos los trapos en los cuales estaba envuelto el bebé y fue entonces que lloró. Fue cuando entonces verdaderamente nació. Lo trajimos a Francia, una cosita de 6 meses, minúsculo.
Continúa Francine, hace unos años, mi hija me preguntó: “Mamá, ¿si hubieras tenido psicólogos psiquiatras cuando volviste del campo de concentración te hubiera ido mejor?”. Le contesté: “Probablemente, pero no había y a nadie se le habría ocurrido, pero me has dado una idea, le dije, voy a organizar una conferencia”.
Al tiempo organice la conferencia con el tema: “¿Si hubiera habido psicólogos en 1945, cuando volvimos, cómo habría sido?”.
Al evento acudió muchísima gente: soldados, sobrevivientes, curiosos y psicólogos, psiquiatras y terapeutas. Muy interesante, cada cual con sus ideas.
Entonces vino una mujer –continúa Francine– y me dijo: “Vivo en Marsella, soy psiquiatra y antes de dar mi charla, tengo algo para ti”, buscó en su bolsillo, sacó una onza de chocolate, me la dio y me dijo: “Soy el bebé”.
MARTIN DESCALZO
Martín Descalzo en uno de sus escritos dice que según Alberto Magno existen tres géneros de plenitudes: “la plenitud del vaso, que retiene y no da; la del canal, que da y no retiene, y la de la fuente, que crea, retiene y da” y luego agrega: efectivamente, yo he conocido muchas personas -vaso. Son gentes que se dedican a almacenar virtudes o ciencia, que lo leen todo, coleccionan títulos, saben cuánto puede saberse, pero creen terminada su tarea cuando han concluido su almacenamiento: ni reparten sabiduría ni alegría. Tienen, pero no comparten. Retienen, pero no dan. Son magníficos, pero magníficamente estériles. Son simples servidores de su egoísmo.
También –continúa el autor- he conocido personas-canal: es la gente que se desgasta en palabras, que se pasa la vida haciendo y haciendo cosas, que nunca rumia lo que sabe, que cuanto le entra de vital por los oídos se le va por la boca sin dejar pozo adentro. Padecen la neurosis de la acción, tienen que hacer muchas cosas y todas de prisa, creen estar sirviendo a los demás, pero su servicio es, a veces, un modo de calmar sus picores del alma. Hombre-canal son muchos periodistas, algunos apóstoles, sacerdotes o seglares. Dan y no retienen. Y, después de dar, se sienten vacíos.
Qué difícil, en cambio, encontrar seres humanos-fuente, personas que dan de lo que han hecho sustancia de su alma, que reparten como las llamas, encendiendo la del vecino sin disminuir la propia, porque recrean todo lo que viven y reparten todo cuanto han recreado. Dan sin vaciarse, riegan sin decrecer, ofrecen su agua sin quedarse secos”.
Los actos de generosidad encierran una enorme paradoja: quien quiera ser el primero debe estar dispuesto a ser el último, que “aquél que quiera ser el primero debe antes ser servidor. Que el que quiera mandar tiene primero que servir”. Pero, desgraciadamente, este concepto se encuentra profusamente ignorado; tal vez porque no entendemos que “el servir no es faena de seres inferiores”. O quizás, porque no hemos descubierto el origen de la superioridad real del ser humano.
INELUDIBLE COMPROMISO
Estos inéditos tiempos nos convocan a la tranquilidad, a la sabiduría, a la paciencia y nos invitan a mirar a las personas que sufren y padecen los efectos del coronavirus misericordiosa y compasivamente; también, estos tiempos nos exigen ejercer la responsabilidad moral y social haciendo caso estricto a las recomendaciones de las autoridades competentes.
DAR CHOCOLATES
Hoy es el momento de realizar actos solidarios, de generosidad con los que menos tienen, es ahora el tiempo propicio de no desamparar a los desamparados, a los marginados a los descartados, a tantas personas que siempre han padecido y sufrido, pero hoy más a causa de esta Pandemia.
Es el momento de ser solidarios con los que nos ayudan y apoyan, ya sea en casa o en el trabajo. Es el tiempo de dar onzas de chocolates, en forma de palabras de solidaridad, con actos concretos de alivio, comida, agua y sustento para los que menos fortuna tienen y que viven al día.
Es momento de dar onzas de esperanza, momento de apreciar lo valioso de la vida, lo trascendente, lo inmaterial, lo intangible.
Es momento de agradecer a las personas que ayudan a los demás inclusive corriendo grandes riesgos personales y familiares, me refiero a los doctores, enfermeras, despachadores, carniceros, productores, choferes, repartidores y tantos otros héroes anónimos, de personas invisibles, que hacen posible lo imposible.
Es tiempo de ser humanos completos, personas integras, comprometidas y responsables. No es tiempo de acaparar, ni de quejarse por lo que no se tiene o no se puede hacer, más bien experimentemos momentos para que nuestras personales actitudes iluminen, den calor y manos fraternales a los “otros”. Seamos personas–fuentes.