Muchos escandalizados por videos editados del presidente sobre el secuestro. Pocos preocupados por el secuestro sistemático de sus mentes
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Hace días causó mucho ruido en redes sociales y medios de comunicación un video en el que el Presidente hacía una declaración relacionada al secuestro. Como es costumbre, el Presidente no da oportunidad para acabar de procesar y digerir sus últimas declaraciones cuando ya tiene unas nuevas que son tanto o más confusas, polémicas, polarizantes o escandalosas. Aunque no habla muy rápido, sí pasa mucho tiempo con micrófono en mano saturando el espacio noticioso, absorbiendo el oxígeno de otras ideas o del análisis serio de los temas que cada día, en todo momento, pone en la mesa. Habla tanto y tan seguido que se diluye el verdadero interés de escucharlo.
Somos pocos los “moderados” (así me considero) que todavía somos capaces de al menos intentar cantar las bolas y los strikes del Presidente y de su administración, pero cada vez son menos quienes quieren escuchar de alguien que a veces opina favorablemente y a veces señala errores o posturas que no parecen positivas, como procuro en este espacio. Lo hemos discutido antes aquí, por un lado están los “Never Pejes” (anti-AMLO) y por otro los “Peje Lovers” (focas aplaudidoras) y esos extremos cada vez se separan más. No parece haber espacio para quienes queremos estar al centro; no hay oxígeno en esa parte de la atmósfera política, no parece habitable.
En el caso del video al que me refiero arriba se combinan ángulos a favor y en contra de AMLO. Hay versiones criminalmente editadas del video (las más compartidas en redes de “Never Pejes”) que presentan al presidente supuestamente diciendo: “No secuestran a un pobre, secuestran al que tiene. ¿Cómo evitamos el secuestro? Con una sociedad pobre”. Es muy ridícula esa declaración, aún para alguien que comete errores por hablar tanto y tan seguido, pero eso no detiene a amigos y familiares nuestros de comprarlas como si fueran ciertas. Es lo que esperan cada día al amanecer. Que AMLO les dé más material para despotricar sin parar contra él. El sesgo de confirmación, epidemia alarmante en el mundo actual, no nos deja ver las cosas con claridad, no nos permite pensar libremente.
Y así, quienes no podemos creer que el Presidente sea capaz de decir lo que dicen que dijo, pasamos a tratar de entender lo que sí dijo ese día cuando se refirió al secuestro: “No secuestran a un pobre, secuestran al que tiene. ¿Cómo evitamos el secuestro? Con una sociedad mejor... con justicia y así somos libres de verdad, no sufrimos porque es una crueldad el perder la libertad o lo que significa un secuestro. Entonces, así nos ayudamos”. Pero a muchos no les importará cuestionarse si un hombre como AMLO, con todos sus defectos, moditos y traumas, pero bien intencionado, es capaz de realmente sugerir cosas tan disparatadas. Lo único que importa es tener material para seguir sembrando la polarización que se da desde y contra el poder (es una vía de dos sentidos).
A pocos pareció importarles el tema de fondo: el secuestro y el rol que juega la pobreza en la inseguridad. Pocos han querido escuchar el insistente mensaje del Presidente sobre la inseguridad y su intención de combatirla de una forma distinta (las anteriores no han funcionado), enfocándose en la raíz del problema, la falta de oportunidades y la pobreza. Es, al menos, un mensaje consistente. Claro, no sabemos si esa estrategia funcionará, pero a él le toca ahora probar su fórmula, por eso fue electo, porque propuso fórmulas distintas para atender los problemas del País, nos guste o no. Estoy convencido que debemos estar especialmente preocupados por el secuestro de la razón y la libertad de pensamiento del que muchos son víctimas. De pronto, vemos zombis de todos colores y sabores, en México y el mundo, que han perdido su libre albedrío a la hora de identificar opiniones y posturas con las que pueden estar o no de acuerdo. Hemos caído en la maldición de lo binario, donde sólo hay blanco y negro. El secuestro de nuestras mentes nos ha quitado la capacidad de distinguir tonos de grises y de llamar a las cosas por lo que son y no por lo que alguien más interpreta por nosotros.