Mujer que sabe latín…
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La violencia de género ha colocado, una vez más, a la Universidad Autónoma de Coahuila en medio del debate. Y no es de extrañarse que sea precisamente ahí, en el lugar donde puede debatirse desde la perspectiva entre iguales: hombres y mujeres que van a la Universidad para “saber latín”.
Un ejercicio realizado por alumnas de la Facultad de Jurisprudencia con motivo del Día Internacional de la Mujer, el pasado 8 de marzo, detonó la controversia. Animadas por el movimiento #MeToo y el tropel de denuncias públicas por acoso y hostigamiento sexual en Estados Unidos, las estudiantes emprendieron una iniciativa para facilitar al sector femenino de su comunidad las denuncias en forma anónima por actos de acoso y hostigamiento sexual, violación a la privacidad, discriminación, abuso sexual y/o violación, en un formato previamente elaborado, para lo cual instalaron una casilla en la propia escuela y el hashtag #LaDenunciaEsLibreySecreta. El asunto traspasó las fronteras meramente estudiantiles, y los medios de comunicación han difundido sus pormenores.
El ejercicio arrojó más de 30 denuncias y de ellas se formalizaron cuatro en la Fiscalía General del estado. La Universidad tomó las medidas necesarias e implementó los protocolos a seguir. Un caso en particular, del conocimiento de toda la comunidad de Jurisprudencia por su magnitud, motivó la baja temporal de un estudiante acusado, a quien se le dictó ya una medida cautelar y se le negó incluso el amparo legal. Las consecuencias para las denunciantes no se hicieron esperar: están sufriendo vejaciones en forma de agresión verbal por parte de sus compañeros: “perra”, “zorra”, “prostituta” y ecos que imitan ladridos de perro es lo que se oye en los pasillos y el estacionamiento de la facultad al paso de las denunciantes. Débiles manifestaciones de la necesidad, en este caso de sus compañeros hombres, de mantener el control sobre sus víctimas para suprimir la expresión del abuso. Las alumnas temen ahora por su seguridad. Bien lo dice Eduardo Galeano: “El miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.
La cultura mexicana no ha podido desterrar la práctica de la violencia contra las mujeres y subsisten aún las creencias sexistas que permiten la vejación por sus propias familias, su comunidad o su pareja. Mientras que en otros países los hombres prefieren a las mujeres de mayor nivel educativo y no esperan que ellas dejen su vida profesional por el cuidado de la casa, en México se les niega incluso la oportunidad de ir a la escuela. Una pareja con nivel mayor de estudios siempre aportará mayores ingresos y formará una familia con altos niveles educativos.
Las denuncias en el seno de la Facultad de Jurisprudencia son una clara expresión de mujeres que han encontrado en la Universidad, hipotéticamente, el sitio adecuado para la formación de su inteligencia y su saber, que también hipotéticamente les allanaría el camino para alcanzar la libertad a la que tienen derecho. Es un indicio más de la necesidad de combatir las ideas de los roles estereotipados y exigir que el gobierno aborde el tema más creativamente, con políticas de género de las llamadas de segunda generación, y no sólo con guarderías infantiles y pidiendo a las abuelas, que en su mayoría trabajan, cuidar a sus nietos.
Es hora de soterrar el viejo adagio: “Mujer que sabe latín no tiene marido, ni buen fin”, reminiscencia de un heteropatriarcado en su más denigrante expresión. Es hora de desterrar todas las formas de hostigamiento y discriminación que impiden el crecimiento de un oponente o, lo más lamentable, de una compañera de vida: “Mujer que sabe latín…” tiene las armas para combatirlas.