Naciones extraviadas
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La crisis del Estado Nación nos afecta a todos. La inseguridad, la justicia ausente, la democracia simulada o inexistente. Las identidades personales borrosas, confusas. Ya no valen los símbolos para anclar la cohesión. Seguimos organizados por geografía, no por el conocimiento. El mundo camina sin rumbo y las naciones flotan al garete.
Los elementos del Estado se trastocan. La población: envirusada por las redes sociales. El territorio: sin fronteras defendibles. Los gobiernos: dispendiosos, corruptos y/o auto-complacientes. La democracia simulada, como en México, Rusia, India, Brasil, o ignorada como en China, Cuba, Venezuela y Corea del Norte. Los países prósperos se creen justos porque reparten “wellfare”.
El fracaso de México y América Latina es aberrante. Países ricos en recursos naturales, con poca población. Sin embargo, divorciados de la tecnología, la ciencia y el conocimiento. Campo fértil para las falacias populistas de los caudillos y caudillas, como los Castro, los Perón, los Ortega y los Kirchner. En México una mayoría escogió regresar al presidencialismo imperial. De locos.
En Estados Unidos el sistema armado por los padres fundadores estuvo a punto de ser desmantelado en 2016. Hillary Clinton, apoyada por CNN (Clinton News Network) y otros medios masivos casi lo logran. La idea era abolir la Segunda Enmienda para dar rienda suelta a un liberalismo de fronteras abiertas y populismo médico y estudiantil. Aun así, el daño cultural de ocho años de Obama es inconmensurable.
En Europa la crisis del Estado Nación está peor. Si las personas tenemos una identidad de la cual colgamos todos nuestros actos, las naciones también. La Unión Europea en su fundación cometió el pecado de alejarse de los principios cristianos de sus países miembros. Ahora parece se auto-recetan invasión musulmana, como penitencia.
Alemania está de capa caída. Hasta su equipo de soccer lo resiente. La importación de casi dos millones de “soldados” musulmanes que viven de pensiones, pues no trabajan, es una bomba de tiempo. La señora Merkel —producto de la Alemania socialista— sufre complejo de culpa.
Otros países que tienen símbolos cristianos en sus banderas, como los nórdicos, o bien España, Francia, Suiza e Inglaterra se están suicidando por falta de reproducción de la población. Los nacimientos no alcanzan a reponer las muertes. La única gestación visible es una nueva invasión árabe de Europa.
Durante sus años mozos, los Estados Unidos importaron pobladores europeos. Fueron extremadamente selectivos, cuidando atraer a personas con la cultura de esfuerzo, inventiva y trabajo. Luego el acceso ilimitado a recursos naturales convirtió a los Estados Unidos en el país ganador de la Segunda Guerra, una superpotencia industrial y el policía del planeta.
Lo que la gente ignora es que detrás del éxito de los Estados Unidos hubo siglos de la cultura impulsada por la Iglesia Católica en Europa (tema para un artículo completo). Monjes católicos inventaron métodos de producción agrícola, y preservaron textos antiguos. El avance científico es producto de las universidades que empezaron como escuelas en Catedrales. Los principios cristianos armaron las leyes y las economías modernas de occidente afirma Thomas Woods en su libro “Como la Iglesia Católica construyó la Civilización Occidental”.
Toda esta infraestructura cultural que tardó siglos (basada en moralidad personal) está hoy bajo ataque por personas que cultivan una cultura de muerte, de aborto indiscriminado, desesperanza e identidades borrosas. Si el Estado Nación no se vacuna a tiempo o se disuelve, las consecuencias serán catastróficas. Imaginemos la ley de la selva que ha brotado incontenible en CDMX, cundiendo en todos los Estados Unidos.
El Estado Nación está en crisis, enfermo con el virus del narcicismo ignorante que se esparce como ébola social por las redes de celulares. Si Estados Unidos cayera, y el estado de California empieza a pintar como que sería el primero, nosotros en México no nos levantamos con nada.
javierlivas@prodigy.net.mx