Navidad en Saltillo
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Ya desde muchos días atrás, los saltillenses se han volcado, materialmente, en las tiendas para cumplir con el rito de las compras navideñas. Los comercios, a su vez, arrecian con la guerra de las ofertas para atraer a los clientes. El centro de la ciudad semeja un hormiguero descomunal, y no se digan los centros comerciales, que a fuerza quieren deshacerse de toda su mercancía y la ponen en oferta un día sí y otro también. Es la única temporada del año en que la gente compra no sólo los regalos de Navidad sino ropa, zapatos, muebles y todo lo que pueda uno imaginar. Los aguinaldos se escurren como el agua entre las manos. La cultura del ahorro y el cuidar para los tiempos venideros han quedado definitivamente atrás, y con ellos se fueron otras tradiciones que en tiempos pasados distinguieron al pueblo mexicano.
Ya serán realmente pocas las familias que conserven la costumbre de instalar aquellos nacimientos montados en cerros de musgo, en los que se representaban con figuras de bulto las diversas escenas de la Natividad contadas por la historia sagrada. Algunos ocupaban hasta un cuarto entero, dejando sólo un pasillo en un lado, y representaban desde la Anunciación y los sucesos intermedios hasta el portal de Belén, donde se colocaban las figuras de José y María, el pesebre con el Niño junto al asno y al buey, y encima del portal el ángel y la estrella que guió a los pastores. Cerca se ponían los pastores y los borregos, y más lejecitos, en el camino rumbo a Belén, los reyes magos: Melchor, Gaspar y Baltasar, con el camello, y a veces el rey negro iba montado en un elefante. Otras escenas incluían la cueva del ermitaño y el diablo que lo tienta a pecar, y hasta un arroyuelo que desembocaba en un lago de espejo, en el que nadaban plácidamente los patos de barro. En los nacimientos de menor tamaño, también instalados en forma de cerrito, no faltaba en la cumbre el portal de Belén y la Sagrada Familia, así como los pastores y los reyes magos. Aunque ya es raro ver esos nacimientos de antaño, las familias católicas todavía acostumbran a poner en un lugar principal de la casa las figuras del “Misterio”, que representan la verdadera Natividad: Jesús, María y José, que no han cambiado ni cambiarán nunca.
Este año, se ven pocos adornos navideños en las vialidades principales de Saltillo. Al parecer, un incendio en una bodega acabó con los utilizados en años anteriores. Sin embargo, el municipio alcanzó a adquirir algunos nuevos y pudo vestir con ellos algunos lugares clave de la ciudad. Si transita por el Venustiano Carranza de norte a sur, rumbo al centro, al salir del paso a desnivel para entrar a la calle de Allende, el conductor se encuentra de pronto con una explosión navideña, sobria pero de muy buen gusto: en ambos lados de la calle y de frente a su vehículo, le da la bienvenida una fila de coronas navideñas que se antoja interminable. Cada poste de luz tiene una corona paralela en el costado que da al arroyo de la calle, y una tras otra las coronas parecen flotar en el aire, perfectamente alineadas, formando un bello espectáculo de Navidad. En cambio, la plaza de Armas, igual que cada año desde hace más de una década, luce el gigantesco y falso pino navideño rodeado de regalos, armado sobre la fuente de las Ninfas, clara señal de que la ciudad no quiere tener memoria y no le importa arriesgar su escaso patrimonio artístico.
Propia del tiempo de Navidad es la hermosa frase del Evangelio de Marcos: “Cumplido es el tiempo”, con la que Jesús anunció en Galilea la cercanía del reino de Dios. Mañana, la Noche Buena nos traerá la renovación de la fe, la alianza y la esperanza, al volverse a cumplir la promesa mesiánica, renovada por ya más de dos milenios.
Que tenga usted, lector, la mejor de las navidades.