Necrológicas 2/2
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Le escribí la ocasión anterior de lo siguiente: una persona realmente muere cuando dejamos de pensar en ella. Una persona realmente muere cuando dejamos de pronunciar su nombre. Y sucede en muchas ocasiones lo contrario con los grandes hombres: cuando se van, cuando abandonan este mundo terreno, su figura se hacer eterna y se agiganta. Es decir, se hacen perpetuos. Es lo que ha pasado con cualquier escritor, artista, empresario, gente con visión en cualquier campo humano. Es lo que ha pasado con escritores como Georges Steiner y William Stanley Merwin, a los cuales me referí en la anterior nota necrológica. Es también lo que ha pasado con dos hombres que ha últimas fechas han estado en boca de todos: don Armando Castilla Sánchez, de quien se cumplió un aniversario más de su legado. Y recientemente, la partida de don Luis Horacio Salinas, empresario y político.
Para contextualizar lo que usted líneas adelante va a leer, le platico primero lo siguiente: andaba en campaña para la gubernatura de Coahuila el tristemente célebre profesor Humberto Moreira. En una de tantas reuniones para presentar su plataforma de campaña y acciones se reunió con un grupo amplio y plural de empresarios de Torreón, eso conocido como la Comarca Lagunera (hoy para desgracia de todos, degradada a “esferita lagunera”). La anécdota la conozco por boca de tres asistentes aquella vez: dos laguneros y un saltillense quien estuvo presente. La junta estaba en su apogeo. De repente, un reputado empresario lagunero pidió la palabra, se le concedió. Y soltó un largo, larguísimo soliloquio de amargura, despotricando en contra de sus pares laguneros, su escasa o nula solidaridad, su fractura eterna, el abandono y por último, le preguntó al entonces candidato Humberto Moreira (me cuentan que HMV se puso hacer anotaciones en su cuaderno, sólo escribía): “Queremos saber qué piensan en Saltillo de nosotros”.
A lo cual, Humberto Moreira, levantando cara y vista de sus anotaciones, espetó: “Nada. En Saltillo no pensamos nada. Todos somos coahuilenses”. ¿Por qué los laguneros siguen separados?, ¿porqué arrastran ese complejo de excluidos perpetuamente?, ¿por qué su extravagancia rayana en lo raro y exótico, que ahora que tienen un gobernador lagunero, Miguel Ángel Riquelme, no lo quieren? Cosa para analizarse sin duda. Pero ellos y nadie más deben de buscar en sus endebles raíces. Pero lo anterior viene a mi mente para decir lo siguiente: ahora que murió el empresario Luis Horacio Salinas, fundador de “El Diario de Coahuila” y de ese lugar paradisiaco cercano al edén, Monterreal, he recopilado sus notas, he releído mis archivos y me encuentro con lo siguiente: cuando el hombre alto y garboso que fue LHSA anduvo de campaña política en Torreón (candidatura a una diputación federal que al final de cuentas ganó, 1969/1970), se le acusó de… “forastero”.
ESQUINA-BAJAN
Ojo con la fecha. No sé, tal vez los laguneros siguen arrastrando el estigma de aquella oprobiosa matanza de chinos. Es decir, son racistas. Lo siguen siendo. De aquí su atraso crónico. A LHSA se le acusó de “forastero” (había nacido en la ciudad de México en 1938) en un diario de Torreón en aquella lejana campaña política (XLVIII Legislatura). Hoy en Torreón, siguen igual. Salinas Aguilera reviró con una carta pública: “¿Quién es más coahuilense, si alguien que escogió vivir aquí o alguien que siendo coahuilense se fue de aquí?”. Y es que en ese entonces de dicha falsa polémica, el director del diario no vivía ni siquiera en Torreón, sino en Durango. Puf.
Hay hombres que se agigantan con el paso del tiempo. Es el caso de don Oscar Flores Tapia, don Armando Castilla Sánchez y Luis Horacio Salinas. Con los tres tuve oportunidad de convivir y charlar. Don Oscar, quien lo había visto todo, había leído bastante y le gustaba el cine, sobre todo el cine nacional, se refería a mí como, “ven flaco, tú que has leído y te gusta la cultura, escucha esto…”. Yo tendría algunos veintitantos años. Flores Tapia no se equivocaba: estaba enjuto de carnes como lo sigo estando y sí, lo mío es la cultura. Eran horas y horas de su charla, entendiendo como “charla” lo siguiente: sólo él hablaba, era un soliloquio. Yo escuchaba.
Zona dorada. Don Armando Castilla definió y bautizó lo que hoy conocemos en el norte de la ciudad como “zona dorada”. Hombre de visión, su legado sigue vivo, más vivo que nunca. Ahora bien, no sólo tuvo una vocación empresarial con planeación y dinamismo de ciudad a futuro, recuerde usted que don Armando en su momento creó el “Centro Cultural Vanguardia”, verdadero parteaguas en la ciudad en materia cultural. Le he platicado antes, aquí y no en otro lugar, se expuso en Coahuila obra de la mismísima Frida Kahlo; hoy tan alabada, pero en aquellos años, pocos o nadie la admiraban. Don Armando Castilla tuvo la visión de traer su obra, como la de otros artistas que hoy forman parte de nuestro ADN cultural. Hombres polémicos los tres anteriores varones, hacen falta más de este tipo de pelados, echados para adelante, sin dar paso hacia atrás jamás. Y creo que usted lo sabe, señor lector, la semilla ya da frutos: son el director de esta casa editorial, Armando Castilla Galindo y el Alcalde de Saltillo, el “Cowboy Urbano”, Manolo Jiménez. El peso sobre sus hombres no es liviano, no; pero no han cedido ni un milímetro en sus conquistas en sus respectivas áreas de influencia…
LETRAS MINÚSCULAS
Amo Torreón, algunos de mis mejores amigos viven o nacieron allí. ¿Por qué se empeñan en separarse, automutilarse? Sólo ellos lo saben.