No un mundo, sino el infierno: el experimento ha resultado una maravilla
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Como dicen los jóvenes en su jerga cibernética, “en tiempo real”. El mundo ha cambiado en este año, para siempre y todo, todo en “tiempo real”. El experimento social, económico, laboral, antropológico, religioso y, claro, amoroso, el cual pusieron en práctica los chinos y los rusos, les ha salido tan bien a sus fines al día de hoy que no dudo, dentro de dos o tres años, lo van a perfeccionar. Y entonces sí, este mundo dejará de ser lo que hasta hoy conocíamos. Los chinos lo crearon y Rusia, no lo dudo, está en franca asociación y colaboración. El virus de laboratorio, así lo afirmó el científico francés, Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina en 1983; en entrevista para el diario español “ABC”, textual dijo: el SARS-CoV-2 (el temido coronavirus) “habría sido creado accidentalmente en un laboratorio chino… Eso de que el COVID-19 apareció tras una contaminación ocurrida en un mercado de animales salvajes, en Wuhan, es una bella leyenda. Imposible. Los científicos chinos son grandes especialistas. El virus salió de un laboratorio de Wuhan”.
Y si usted ha seguido las noticias diarias, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, un día sí y otro también, mantiene su amenaza permanente en contra de los chinos de comprobárseles que ellos crearon el bacilo y lo soltaron no por accidente, sino como una arma de guerra bacteriológica. Casi imposible probar lo anterior, pero el experimento en “tiempo real” vino ya a modificar todas las pautas de conducta en el mundo. Mundo el cual ya no volverá a ser el mismo. Este mundo ya no es mundo, sino un infierno con todas las limitantes y prohibiciones posibles. Ensayo en tiempo real: quita a los humanos su religión, sus templos, sus dioses, prohíbe que vayan a ellos, a ver qué hacen: nada. Se acató la orden sin protestar. Se negó a Dios. Dios no existe, nadie protestó (vaya, ni el beato Raúl Vera López y su séquito de groupies). Será por un motivo: no les interesa. Ni creen. Caray, ni los aguerridos hermanos Testigos de Jehová protestaron. Tal vez, y sólo tal vez, la fe de todos ellos es poca.
En tiempo real, todo mundo transmitiendo desde su mundillo pedestre e íntimo. Los cuerpos y desnudos se hicieron públicos. Las bravatas familiares pasaron del ámbito de la recámara al espacio mundial de la tecnología, faltaba más: en “tiempo real.” ¿Libertad? Pues eso es cosa huera, una antigualla. Ahora todo mundo dejó la libertad y confianza de lado y apostó por la vigilancia y el control: el régimen de la delación. ¿Tu vecino tiene gripe? Delátalo, puede ser el bicho chino. Sálvate tú, sé egoísta; que se jodan los demás, menos tú. ¿Cómo salvarse? Quédate encarcelado en tu casa en “tiempo real”. La sociedad de las “redes sociales” es la humanidad y soledad del infierno de las masas: no hay singularidad, todos son iguales. Los cuerpos son privados, pero los desnudos son públicos.
ESQUINA-BAJAN
La pandemia del miedo: el bacilo chino te puede morder, ¿qué hacer? Quédate en casa, trabaja desde casa… para que todo mundo vea en “tiempo real” lo que haces. Se ha renunciado a la libertad y el vigilante (internet, Google, la recolección diaria de bases de datos; China, Rusia…) observa ocultamente a todos los humanos: sus prisioneros. Esta vigilancia (George Orwell palidecería de envidia) ya se ha “vendido” no como un ataque a la libertad, sino como un plus de seguridad de salud comunitaria y ascetismo para no tener contagios. El infierno es público: todos han aceptado gustosos estar en “tiempo real” y transmitir día y noche entregando voluntariamente sus datos, su vida, sus traumas y miserias. Ya no es una invasión a la intimidad, sino una exposición intencional para ganar likes. El morador de las redes sociales (el panóptico de Bentham) es víctima y actor a la vez (Byung-Chul Han).
¿Museos, conciertos, asistir a la ópera, deambular en esas tiendas de ladrillo y hormigón llamadas librerías? Nada de eso. Es cosa primitiva y del pasado. Ahora todo es por internet. Nadie protesta, nadie ha protestado. Todo mundo ha acatado la orden del confinamiento. En tiempo real, el experimento ha resultado una maravilla. Se rompieron los vínculos laborales (trabaja desde casa), se rompieron las cadenas productivas (no vayas al supermercado, el mercado irá a tu casa), se rompieron los vínculos sociales (no vayas al restaurante ni a la taberna, baila y toma en aislamiento), se quebró el vínculo religioso porque ni chinos ni rusos creen en ello (no hay Dios, entiéndelo; es mejor quedarte en casa y no vayas al templo, eso ya pasó de moda), se rompieron los vínculos educativos (ir a la escuela es algo viejo y avinagrado, no sirve ya. Toma los tutoriales que hay en la red y veremos si te contratamos como obrero)…
Poco a poco se ve la dimensión del virus chino, su enfoque, dirección y su letalidad en México. Un análisis del diario El País de España dice a la letra: el coronavirus se está cebando en los sectores populares de México, grandes áreas donde el acceso al agua potable es un lujo, no hay drenaje, el nivel de hacinamiento es brutal y los sistemas de salud son precarios e ineficientes. 47 por ciento de las muertes oficiales por COVID-19 no pasaron por cuidados intensivos ni intubados. La cifra se dispara a 91 por ciento cuando se toman los datos del IMSS e ISSSTE. En cristiano es lo siguiente: ¿eres pobre y jodido y te mordió el bacilo? Vas a morir. Tienes recursos para hospital privado, lo más probable es que vivas.
LETRAS MINÚSCULAS
El experimento en “tiempo real” es muy bueno, tan bueno que los hipertensos, los viejos, los obesos, los diabéticos, los alcohólicos, los que padecen tabaquismo y demás, van dejar de respirar en este infierno…