Nubes de amanecer y acontecer
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Han entrado en escena las nubes.
Para los madrugadores el espectáculo es de un rojo encendido, en las inmediaciones de la ciudad. Se han podido ver nubarrones azules como una techumbre sobre la calle de Allende. En algunos atardeceres, los cúmulos salpicados parecen ovnis que se acercan. Y hay largos tiburones vaporosos que abren sus fauces antes de desvanecerse.
La información acostumbra poner su atención en todo lo que sea desastre, crimen, violencia, sustracción, accidente. La publicidad hace espuma con buenos fines y prematuras ofertas que ya se presentan como navideñas, antes del Adviento. Toca ya la puerta diciembre con su tsunami festivo, folklórico, comercial, de corona de Adviento, posadas de barrio y Nochebuena familiar. Cívicamente se convoca a celebrar en CDMX el aniversario del nuevo régimen con datos informativos y pachanga popular.
Se vive diariamente, en todo el País, el entrenamiento de actitudes frente a lo nuevo y a lo diferente. Se transita entre la pluralidad de lo diverso. Se reduce la confluencia de las unanimidades a algunos campos reducidos. La construcción de una igualdad en la dignidad personal, independiente de otros contrastes y diferencias, no logra atinar con un estilo de disidencia con respeto. Se extiende un viral lenguaje de descalificación, exclusión y acusación.
Eso de hacer leña del árbol caído y tirar de los pantalones a quien asciende en el palo ensebado, sigue siendo un deporte no olímpico, pero sí elástico y contagioso. Reconocer destreza, acierto o virtud en el adversario sigue siendo garbanzo de a libra. Nadie pedalea sin tambaleo al iniciar una trayectoria ciclista. No se capta siempre la diferencia entre servir a una verdad ajena con una crítica oportuna y certera y el desbarre hacia la etiquetación denigrante.
Van entendiendo los emprendedores que pueden poner en juego su creatividad en lugar de refugiarse en una tienda de desconfianzas y timideces que pueden engolondrinar sus capitales.
Ya no ver llover sin mojarse ni ver los toros desde la barrera sino empezar la danza según el son que está sonando.
En lo eclesial se va descubriendo la tarea esencial de presentar, vivencialmente, el primer anuncio apostólico que despierta la fe y realiza el encuentro, de ojos abiertos y corazón palpitante, con un Cristo vivo que venció a la muerte y ofrece promesa de vida eterna. Esa fe que se expresa en la vida con la solidaridad y el servicio, la misericordia y la justicia que lleva a la verdadera paz.
Cuando se llega a la curva final de la vuelta al sol que da esta casa grande, tan descuidada y revuelta, que es nuestro planeta, sus habitantes –que piensan, sienten, deciden, hablan y hacen– empiezan a vislumbrar el balance existencial para ver cómo se empleó el presupuesto de todos los recursos disponibles para una gran misión.
Las nubes otoñales salen a escena con sus coreografías impresionantes, ante algunas miradas curiosas que contemplan sus virtualidades. La gente, la urbe, la ciudad, la comunidad, la sociedad, la población, la ciudadanía o la feligresía también lucen el enredo de sus idas y venidas, de sus carreras y sus lentitudes, de sus encuentros y sus desencuentros. Todos en el mismo viaje, llevados por distancias siderales en giros diarios y anuales hacia el fin en que todo principia en trascendencia inextinguible...