Oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas
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El Quijote II, 47
Sancho Panza es ya gobernador de la Ínsula Barataria por concesión de los Duques. La intención de éstos al hacerlo gobernador es burlarse del buen escudero. Como saben que es tragantón en demasía, le ponen a su servicio a un médico de nombre Pedro Recio de Agüero “natural de un lugar llamado Tirteafuera, que está entre Caracuel y Almodóvar del Campo, a la mano derecha”.
Pues bien, este personaje graduado en Osuna se presenta ante Sancho así: “Yo, señor, soy médico, y estoy asalariado en esta ínsula para serlo de los gobernadores de ella, y miro por su salud mucho más que por la mía, estudiando de noche y de día y tanteando la complexión del gobernador, para acertar a curarle cuando cayere enfermo; y lo principal que hago es asistir a sus comidas y cenas, y a dejarle comer lo que me parece que le conviene y a quitarle lo que imagino que le ha de hacer daño y ser nocivo al estómago”.
Por tales razones que invoca el médico, al que Sancho llama Pedro Recio de Mal Agüero, el gobernador debe estar sometido a una muy rigurosa y estricta dieta para cuidar su salud.
Sin embargo, los platillos sí se preparan pero sólo para que Sancho los vea, no para que los consuma. Así, van pasando ante su presencia platos de deliciosas frutas, de perdices asadas bien sazonadas y de conejos guisados, así como de muy sabrosas “ollas podridas” y de otros varios manjares. De nada de ello se le permite comer.
Desesperado, Sancho pregunta al médico qué es entonces lo que comerá. Y éste le contesta que “un ciento de cañutillos de suplicaciones [delgadas barras de obleas hechas de la masa de los barquillos] y unas tajadicas sutiles de carne de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión”.
Sancho, todo encendido en cólera, le responde: “quíteseme luego delante; si no, voto al sol que tome un garrote, y que a garrotazos” le dará su merecido y “tomaré esta silla donde estoy sentado y se la estrellaré en la cabeza… Y denme de comer o, si no, tómense su gobierno, que OFICIO QUE NO DA DE COMER A SU DUEÑO NO VALE DOS HABAS”.
Al decir lo anterior, Sancho no se expresa mal del trabajo en sí, sino sólo del que no da de comer, así se trate del empleo de gobernador, como el de él.
En este pasaje Cervantes modifica un refrán muy popular en su tiempo que tanto Pedro Vallés como Gonzalo Correas y Sebastián de Horzco, contemporáneos suyos, citan así: “Oficio que no sustenta tu vida, dale despedida”. Al modificarlo el autor de El Quijote el refrán perdió su rima original, pero no su sentido.
Se reitera: esta sentencia no crítica el trabajo humano, sólo al que no da a quien lo desarrolla lo suficiente para su sustento.
Es una lástima que Cervantes no haya citado en El Quijote una frase que menciona en otra de sus obras: “No es persona baja la que trabaja”, que habría venido como de molde hoy 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo y de San José Obrero.
@jagarciavilla