Panamazonia
COMPARTIR
TEMAS
“¿Qué diferencia hay entre llevar un penacho de plumas (en la cabeza de un indígena) o un tricornio de un oficial de un Dicasterio de la Curia Romana?”, preguntó el Papa Francisco en su discurso de apertura del “Sínodo de la Amazonía”, que se está llevando a cabo con la participación de 10 Iglesias particulares que viven en la región del Amazonas.
Es una pregunta que cuestiona las diferencias accidentales y superficiales, pero muy tomadas en cuenta históricamente en todas las culturas y que han generado a lo largo de los milenios las diferencias de explotados y explotadores, de poderosos y sometidos; diferencias que han borrado la esencial e idéntica dignidad humana.
El Papa en su mensaje clarifica algunos conceptos que definen los objetivos y la mentalidad del Sínodo. Son de gran utilidad para precisar algunos conceptos, no sólo respecto del Sínodo, sino en relación con la misión de la Iglesia Católica y que también se aplican a nuestra realidad.
Para la Iglesia el problema de la Amazonia no sólo es ecológico, sino humana, cultural y social. Requiere una acción pastoral de nuevos caminos y un autoexamen de algunos criterios que no pertenecen a la mentalidad de los discípulos de Cristo. Una pastoral misionera que no significa una “acción proselitista” sino un anuncio de Jesucristo y sus mensajes acerca de la manera de vivir y relacionarse con los demás, claramente diferentes a otros criterios, estrategias y mentalidades similares, pero no idénticas. Es necesario discernir las diferencias para no confundirlos.
Es una misión que incluye, en el caso de la Amazonia, ante todo el respeto a la cultura de los indígenas y a su “buen vivir… su sabiduría y su propia identidad”. Una tarea totalmente ajena a las colonizaciones ideológicas (que se han dado a lo largo de los milenios) y a la tendencia de “disciplinar su historia”. A perjudicarlos con una domesticación instrumentada mediante un “centralismo homogeneizante”, que destruye la realidad de los pueblos originales (renombrados “bárbaros”) mediante una civilización que desprecia su soberanía y “su poesía”. Que produce una “desforestación, uniformidad y explotación” tanto del hombre como de la tierra.
Además de este autoexamen honesto a la actuación pastoral de la Iglesia, el Papa propone a los participantes del Sínodo iniciar un proceso de contemplar y servir a los pueblos de la Amazonia, no como una “Iglesia sensacionalista” o como un “poderoso Parlamento”, sino a escuchar con humildad, a reflexionar acerca de su realidad (y no acerca de sus especulaciones clericales y sus interpretaciones para justificar un status quo eclesial). Invita a “hablar con coraje”, es decir, a expresar la verdad que cada quien ha percibido en esa realidad, custodiando la “fraternidad” de todos los bautizados sin distinción de clases o jerarquías.
De nuevo el Papa envía un mensaje del compromiso que debe tener toda la Iglesia y cada bautizado en el planeta. Nos vuelve a invitar a comprometernos con la vida: la vida de cada persona y de cada pueblo sin distinción, la vida del planeta y su ecología integral, atendiendo a mejorar no sólo la esencia del Catolicismo sino la salud integral de la vida de la amazonia. Sus conceptos los debemos de aplicar para una autoexamen de nuestra realidad social y católica en las circunstancias actuales que estamos viviendo con nuestro pueblo y sus líderes.