Pandemia, desempleo y estrategias de recuperación
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Evidentemente la crisis sanitaria provocada por el COVID-19 ha generado pérdidas en los sectores económicos y expectativas negativas de ganancia para este año y el próximo, desde la reducción de producción y distribución de bienes y servicios, hasta la suspensión de cadenas productivas a nivel internacional y nacional, con más acentuación en turismo, transporte de carga y de pasajeros, servicios de alimentación, industria automotriz, construcción y energéticos.
De ahí el desempleo en el país. Según el IMSS, a mayo reciente son 19 millones 583 mil puestos de trabajo, de los cuales 16 millones 978 mil son permanentes y 206 mil eventuales, lo cual es similar a años anteriores. Sin embargo, la disminución sólo en el mismo mes fue de 344.5 mil plazas en el sector formal (-1.7%).
La disminución anual en 1995, año de crisis, fue casi un millón de puestos de trabajo; en 2008, otro año difícil para la economía, la caída fue alrededor de 850 mil empleos; de enero a mayo de este año la pérdida de empleo formal fue de 838.23 mil empleos (586.8 mil eran permanentes). Aunque el año pasado cerró con la tasa anual de desempleo más reducida en varios años, con 3.1%, el descenso en lo que va de este año es de 3.9%, esto es casi 800 mil puestos laborales. Si al primer trimestre se registró una tasa de desempleo abierto de 3.4%, previsiblemente al cierre de año se sitúe alrededor de 4%.
Aun así, según datos del IMSS, algunos sectores crecieron anualmente en contratación, como el agropecuario con 3.9%, servicios comunales 2.7%, comunicaciones y transportes 0.9%; patrones registrados son 997,770, con crecimiento anual de 0.9%, aunque en el mes de mayo disminuyeron en 3.3 mil (La Jornada 13 de junio).
Se prevé también que la informalidad se incremente, ya que de aproximadamente 57.3 millones de fuerza laboral en el país, 56.1% se sitúan en el empleo informal, es decir 32.1 millones de personas sin seguridad social y sin compromisos fiscales, lo cual eventualmente en este año puede incrementarse a alrededor de 58%.
Pero lo que sí hace diferencia en situaciones históricas similares, en crisis económicas, es el salario base de cotización promedio de las personas registradas en la seguridad social, ya que en 1995 y en 2008 la pérdida del salario fue de alrededor de 8 y 5% respectivamente, y en la atípica crisis actual dicho salario base nominal no disminuyó, sino creció 8.1% anual, sin efectos inflacionarios antes y durante la pandemia. El incremento en el ingreso puede impulsar la demanda agregada y, por tanto, eventualmente la oferta agregada. Tan sólo el año pasado, el consumo en grandes almacenes creció 8.1% y en tiendas de abarrotes 3.2%, esto según las respectivas organizaciones gremiales.
Son evidentes los efectos de la crisis en el empleo, sin embargo, se puede percibir optimismo, ya que el gobierno federal ha ofrecido que generará 2 millones de empleos, con obras de infraestructura y los programas de caminos rurales y “sembrando vida”, esto sobre todo en el sureste del país, además, con créditos a la palabra (con 6% de tasa de interés anual); por otra parte a partir del mes de julio se generará derrama de 250 mil millones de pesos por parte del Banco de México a través de los bancos comerciales, para créditos a pequeñas y medianas empresas; asimismo, está el ofrecimiento del Banco Interamericano de Desarrollo por 90 mil millones de dólares para créditos a medianas y grandes empresas.
Si se concretan estas estrategias complementarias de inversión pública y financiamiento, con apertura paulatina frente a la pandemia, además el inicio del nuevo acuerdo comercial con Canadá y Estados Unidos (T-MEC), la ruta de la recuperación económica se observaría en este mismo año. Esperemos que así sea.