Pemex e IED: dos problemas, una solución

Vaya semana que le tocó lidiar al Gobierno Federal. Además de la alarmante situación que está provocando el Covid-19,  las alarmas se encendieron en Pemex y ello no tardará en contagiar a los mercados financieros de la misma manera que lo hizo el anteriormente conocido coronavirus.

De acuerdo con datos proporcionados por la propia empresa, durante el año pasado la petrolera mexicana sumó pérdidas por 34 mil 923 millones de dólares (mdd), equivalentes a 658 mil 130 millones de pesos.

Para poner esta cifra en perspectiva, durante el 2018, Pemex reportó utilidades por 43 mil millones de pesos (mdp), un año antes las pérdidas ascendieron a 269 mil (mdp), en tanto que en el año 2016, las mismas se ubicaron en 63 mil (mdp). Un deterioro considerablemente mayor respecto a las cifras de ejercicios anteriores.

Dicho monto equivale al doble del presupuesto asignado a la Secretaría de Educación Pública y seis veces mayor al de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, según el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020. De ese tamaño es el costo de oportunidad que tenemos que asumir por lidiar con una empresa ineficiente y poco productiva.

Esta problemática se le suma a las cifras reportadas hace un par de semanas por el Banco de México en lo que respecta a la Inversión Extranjera Directa (IED), la cual tuvo una contracción del 5.25% en el 2019 (32 mil 921 mdd), frente a la registrada en el 2018 (34 mil 746 mdd).

Más allá del ridículo protagonizado por la Secretaría de Economía, cuando días antes presumía a los cuatro vientos que el país tuvo un incremento en la captación de la IED, estos datos empiezan a mostrar señales inequívocas del deterioro en la confianza sobre el país que empieza a apreciarse entre las grandes empresas.

El problema de Pemex ya venía de mucho antes, pero en 2019 alcanzó proporciones alarmantes, mientras que el de la IED apenas comenzó en la actual administración. Aunque la solución a estos temas requieren abordarse de manera integral, el Gobierno Federal puede hacer algo en el corto plazo para atenuar estos dos pendientes: la apertura irrestricta del sector energético.

Queda claro que la reforma energética del sexenio anterior no era la solución definitiva, pero si representaba un avance trascendental en la dirección correcta de dotar a Pemex de instrumentos que le permitieran asociarse con privados para compartir riesgos, a fin de reducir costos y tener acceso a petróleo que de otra forma no puede obtener.

Reanudar las licitaciones de yacimientos brindaría no solo las señales de certeza jurídica y confianza para invertir que tanto anhelan empresarios mexicanos y extranjeros, sino que también inyectaría recursos a un sector ávido de inversiones y aligeraría sobremanera las finanzas de Pemex.

El tiempo apremia. Liberemos a Pemex de atavismos ideológicos que le han impedido fortalecerse, mientras carretadas de dinero van a parar a un barril sin fondo.