Pequeño corrido electoral
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Pequeño corrido electoral
Decía Chilote López:
“No me pongan a Manolo
de rival a la alcaldía,
pues lo derribo de un soplo”.
Le contestaba el muchacho:
“Pónganme a Chilote López,
está tan viejo y aguado
que ya ni creo que sople”.
La gente los comparaba
con Manolín y Schillinsky:
ambos prometen hacer
de Saltillo otro Helsinki.
Dispensará usted mi léxico,
yo no hablo como un pelele,
mi labor es reescribir
los sintagmas de la tele.
En barrios que ni conoce
lo insultan las lideresas:
cachorro de millonario
nunca antes pasó por esas.
Aprendió cuanto se pudo
entre pañales de seda;
pero un varón de ese tipo
a vestir santos se queda.
Manolo está en la hora actual,
cual la marcara su Rolex;
hace campaña en las calles
de sol a sol, muchos soles.
En la ciudad que expoliaron
sus padres y sus abuelos
busca el voto popular:
se jala Isidro los pelos.
Debe entonces conformarse
con la baja clase media;
a esos pequeños empleados
sed de seda los asedia.
Manolo es de otro linaje,
de los que si ahora son
ricos institucionales,
quizás mañana ya non.
Rico revolucionario,
arrancado de la plebe,
que conoce bien al pueblo
y sabe cuánto le debe.
El gobernador Moreira,
o comprado o emprestado,
le entregó el cargo de alcalde;
hoy no llega a diputado.
Lo patrocina el partido
que cierra todas las puertas;
en sepulcros blanquiazules
pululan las moscas muertas.
Mas goza de simpatía
por una cierta inocencia;
es su alarmante ignorancia
en cierto modo una ciencia.
Se refrendó como alcalde
otros tres años Manolo;
lo acompañó la ciudad,
aunque él marchaba solo.
Aunqu soy un solitario,
no soy un antisocial:
este corrido es un voto
porque no nos vaya mal.
Lo hacemos todos los días,
cambiar el mundo es sencillo:
se decidió el porvenir
en las calles de Saltillo.
A riesgo de hablar mañana,
en este verso me quedo;
escribo esto en la ciudad
que dio a Mario Saucedo.
No en la ciudad burocrática
que con un golpe de uña
y parrandas oficiales,
dizque honra a Manuel Acuña.