Perdón y Olvido… ¿La 4T una (des) ilusión?
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Que difícil es navegar los ciclos de noticias en México y el mundo y tratar de entender qué es cierto, qué es falso y qué es cuestionable. Por un par de años hemos tratado de adivinar lo que realmente piensa Trump, por ejemplo. ¿Será que sus detractores exageran? ¿Que realmente es un racista? ¿Que entiende lo que es un nacionalista? ¿Qué tan lejos del fascismo del siglo pasado está? Muchas preguntas en un mar de información.
En una semana tomará posesión el nuevo gobierno de AMLO y en este larguísimo periodo de transición sólo se han abierto más dudas acerca de lo bueno, lo malo y lo feo que traerá este sexenio. Apenas hace una semana comentábamos en este espacio que los ciudadanos se polarizan, atizados por medios, (“benditas”) redes sociales, intelectuales y comentaristas de todo tipo. Hay posturas de izquierda y de derecha, no parece haber voces moderadas y nos hundimos en un juego de extremos. Todo es binario, blanco o negro, estás conmigo o contra mí. No es un arranque prometedor para el proyecto de la Cuarta Transformación porque el Presidente electo y los suyos han batallado para ser congruentes con la promesa de cambio profundo (para bien queremos suponer) que los ciudadanos esperamos.
No solamente los de extrema izquierda, los que se oponen a un aeropuerto, los olvidados, los pobres, los del sur, los que quieren venganza; son quienes votaron por él. Los mexicanos queremos y votamos por un cambio radical en la forma en la que se hacen las cosas desde el gobierno. Las señales indican que AMLO y los suyos sí están buscando un cambio radical en las formas y el fondo, pero da la impresión que apuntan a un giro de 360 grados que implica acabar apuntando para el mismo lado, solamente un poco más mareados. Sí, preocupa la figura de las consultas, preocupan los desplantes de Ricardo Monreal, la racionalización cada vez más ridícula que sus seguidores hacen, las señales mezcladas sobre política económica, la aversión a una política exterior activa, la continuidad de la militarización en las calles y, lo peor, la idea de extender un indulto generalizado a la grotesca corrupción institucional que prácticamente causó el hartazgo para que amplios sectores de la población rechazaran la continuidad y se inclinaran por el proyecto de López Obrador.
AMLO puede cancelar aeropuertos, poner trenes y refinerías, hablar más lento que antes, burlarse de los “fifís”, decir y desdecirse tres veces diarias, pero lo que no puede ni debe hacer es ignorar su promesa de combatir y acabar con la corrupción. En estos días declaró que habrá perdón para casos de corrupción cometidos antes de su gobierno. Esta es, con todo respeto para el próximo Presidente, la peor estupidez que he escuchado de un político en México desde aquel alcalde de Nayarit que dijo que había robado poquito. AMLO nos dice que las estafas maestras, los Odebrechts, los sindicatos corruptos, las megadeudas estatales (Coahuila), el desvío de recursos públicos a campañas, los enriquecimientos ilícitos y los Duartes serán perdonados. Como ha sido costumbre estos últimos meses, habrá que esperar a que salga la corrección o la explicación de lo que realmente quiso decir, pero es muy claro que la corrupción no se combate ignorándola.
Sin importar qué tanto simpaticemos con su proyecto, si votamos o no por él, debemos exigir de la manera más enérgica posible que el nuevo gobierno y las nuevas autoridades persigan de oficio la corrupción (pasada, presente y futura), que es junto con la inseguridad y la pobreza uno de los principales cánceres que tienen a nuestro País atorado. No, señor López Obrador, a usted no lo pusimos ahí para que perdone a quienes queríamos sacar del poder por corruptos.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com