Pero yo ya no soy yo
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TEMAS
El amargo y vergonzoso tema de Federico García Lorca sigue suspendido en el aire de España, de América y del mundo entero: ¿por qué ese crimen?, ¿por qué un asesinato tan rencoroso y artero?, ¿por qué la saña y la inquina contra un poeta como Federico?
Desde 1936 hasta este momento, las preguntas y las incertidumbres siguen acumulándose; también los descubrimientos de manuscritos, de relaciones personales, de dibujos, de declaraciones sorprendentes que nos obligan a leer de otro modo sus poemas, sus dramas, toda su obra.
El nuevo siglo llega casi a su veintena de años, pero la estela de estupor que dejó ese crimen continúa estremeciendo a muchos de nosotros, sin que esto nos permita olvidar la laguna de sangre colectiva en que los chacales de Francisco Franco y el mismo Franco dejaron anegadas las tierras de España.
El dictador pretendió silenciar el crimen, pero por lo bajo todo el mundo se hizo lenguas. Nadie, ni siquiera un dictadorzuelo como ése –y como tantos- pueden acallar el aullido silencioso de sus víctimas, mucho menos el de un poeta que habla por sí mismo y por tantos, porque la poesía es, siempre, el coro inmenso de una sociedad, por más que se hable de “pureza”.
A la bendita muerte del dictador, en 1975, las lenguas se hicieron cada vez más audibles, aunque la herida había sido tan profunda e irreparable que lo que hemos venido a saber desde entonces tampoco devolvería ni la vida ni el ánimo a los miles de asesinados y desterrados que sufrieron el odio histérico del “Generalísimo”. Malditos sean, pues, esa bestia franca y todos sus esbirros.
Me he regalado recientemente con un libro que me encontró –sí, sí: me encontró- en una tienda chic de la ciudad: “Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas”, de Rafael Inglado y Víctor Fernández, publicado por Ediciones MalPaso el año anterior: 2017.
El volumen es grueso y bastante costoso, pero muy bien hecho, y además, Lorca bien merece el esfuerzo económico. Recorrer sus páginas ha sido internarme en el poliédrico mundo del poeta: el íntimo, el intelectual, el artístico, el dramático, el del hombre público, el del ser secreto y “oscuro”, el de cada una de sus facetas y sus etapas, el del duende, el del artista rodeado de admiradores y de la siempre acechante envidia.
Uno de los últimos textos –escrito en tres partes- me deja sin aliento: “Poesía y drama del gran Federico: La muerte y la pasión de García Lorca”, del director de escena Cipriano Rivas Cherif, colaborador cercano del poeta en varios montajes teatrales, al lado de la actriz Margarita Xirgu.
Heterosexual probado, Rivas Cherif habla del papel que ciertos personajes jugaron en los últimos años de vida de Federico. El poeta Luis Rosales, por ejemplo, que quiso auxiliar al autor de “Yerma” hospedándolo –ocultándolo- en su propia casa durante los días más turbulentos previos al crimen.
Menciona también a un tal “R.”, de quien Federico estaba profundamente enamorado y quien, hipotéticamente, es el destinatario de los “Sonetos del amor oscuro”… Se trata, por supuesto, de Rafael Rodríguez Rapún, quien formaba parte del grupo de teatro universitario La Barraca, que el poeta dirigió por varios años exitosos.
Sin embargo, Rivas Cherif no podía mencionar a otro joven que parece haber sido el último y verdadero gran amor de Federico. ¿Por qué? Por el simple hecho de que no se enteró de ello: “Yo fui el último amor de Lorca y, tal vez, la razón de su muerte”. Así confiesa Juan Ramírez de Lucas este secreto guardado durante 75 años.” (www.hoyesarte.com: 2017).
Hasta hace muy poco tiempo, a sus 93 años, Ramírez de Lucas confesó este hecho a su familia y al mundo. Presentó papeles, cartas, fotografías, dibujos del poeta… Fue por él por quien Lorca no quiso venirse a México al lado de Margarita Xirgu y su compañía de teatro.
Rivas Cherif narra cómo encontró a Federico después de uno de los innumerables desplantes que Rodríguez Rapún, tan guapo y atractivo como era, hacía al autor del “Romancero gitano”: hundido en el abatimiento. Parece que el sexy Rapún se complacía en desdeñar ostensiblemente al poeta, a pesar de la gran admiración que el futuro ingeniero de minas sentía por él.
Ramírez de Lucas, entonces de 19 años, rescató del dolor amoroso a Federico, pero no pudo acompañarlo a México debido a que era un menor de edad, pues en aquella España esa mayoría de edad se establecía a partir de los 21 años. Lorca prefirió quedarse al lado del muchacho, de su familia granadina y de la República, aunque sabía perfectamente que su vida corría un funesto peligro.
Acaso el verdadero destinatario de los “Sonetos del amor oscuro” no sea el varonil Rodríguez Rapún sino el no menos atractivo Ramírez de Lucas… De cualquier modo, fue el amor el que dictó estos poemas cuya perfección y aire melancólico deslumbraron a Pablo Neruda y a otros privilegiados oyentes.
Si no se conoce este “lado” de Lorca resulta más difícil penetrar el sentido de su obra, especialmente, el de “Poeta en Nueva York” y el de dramas como “Así que pasen cinco años”, “El Público” y, por supuesto, los “Sonetos…”.
¿Molesta a algunos este aspecto de la personalidad y de la obra de Federico? Si es así, qué lástima. Y qué sintomático: parece que el plural mascarón de la intolerancia, el fanatismo ideológico, la homofobia y otras erinias vuelven una y otra vez por sus fueros. ¿O jamás se marcharon?