Pobreza enriquecedora
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Ya en la noche, conjunción de Luna y Júpiter.
En el día, manifestación en CDMX por la masacre estudiantil del 68. Con cinturón burocrático de paz, que resultó agredido. Con acciones violentas y esporádicas de encapuchados y cadeneros. Pudieron hacer pintas y romper vidrios. Y hoy, acá, al amanecer, espléndido día de la fiesta de San Francisco con tibieza otoñal y sin cordonazo hasta ahora.
La actitud franciscana existencial resulta de una actualidad impresionante. El estilo de vida del santo de Asís, quien es santo de todos, su canto a la Creación y a la humanidad, su mirada fraterna que revela una paternidad común, a la cual eleva su alabanza, llegan a esta época como un bálsamo de esperanza.
Su humildad se siente como una denuncia al afán desordenado de poder. Los brotes de estratagemas, de recovecos, de astucias solapadas, de inconformidades manifestantes en varias naciones suponen una soberbia posesiva y voraz de quienes aspiran al poder.
Su pobreza evangélica, dirigida a la libertad del corazón para hacer posible un amor verdadero, parece denunciar la codicia internacional, estatal, institucional, empresarial, familiar y personal. En un mundo en que se inventan necesidades para vender satisfactores, produce gran impacto una vida sólo enriquecida por la actitud de necesitar menos.
El canto franciscano va recorriendo las criaturas en las que resplandece la gloria del Creador. El Sol, el fuego, el agua, la tierra. Salta hasta la vida y agradece la humanidad que responde a la bondad divina. Es voz de un amor universal que nada excluye. Es himno muy oportuno en una época en que hay tantas agresiones humanas a los equilibrios naturales que hacen posible la vida.
Una enseñanza del pobrecillo de Asís es el testimonio, los hechos, las obras, las acciones. Salía en silencio a predicar sin palabras. Sólo había signos vivos de servicio, de acompañamiento, de consuelo, de generosidad fraterna. En una época de tanta palabrería, de tantas voces huecas, de tantos mensajes, de menosprecio y de exclusión, la autenticidad de aquél hombre de hábito raído tiene gran ejemplaridad.
La corriente de mundanidad despistada ha presentado como signos de éxito el despilfarro, el lujo, la comodidad y la ociosidad, el entretenimiento y el hartazgo. El individualismo olvida compartir y menosprecia la comunión de amistad y comunicación. Se han ahondado las desigualdades y falta más sensibilidad para la compasión y la solidaridad. Afortunadamente hay no sólo cizaña sino trigo y no pocas comunidades humanas en todo el mundo siguen con esfuerzo las huellas del santo de Asís. Quienes luchan por la justicia se abren también al horizonte del amor al prójimo y van al encuentro del indígena, de la mujer maltratada, de los jóvenes contaminados, de los migrantes, de los trabajadores y campesinos descartados.
Parece que el cordonazo franciscano, más que de lluvia, viento y frío, ha de ser un despertador de conciencias. Liberación de hábitos contra la Creación y contra la Humanidad. En este octubre otoñal podrán caer, junto con muchas hojas secas, la tibieza, la indiferencia, la discriminación y la indolencia...