Poema de los años
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He recibido un libro con la afectuosa dedicatoria del autor. Se llama “El privilegio de vivir”, de Roger Patrón Luján. De esa antología quisiera reproducir fragmentos de un texto que me encantó. Se llama “Cuarenta años después”, y lo envió una señora de nombre Lupita Díaz de Cristiani. Encuentro mucha poesía en estos sencillos versos que hablan del amor que dura, por eso -y porque varias lectoras me lo han solicitado- lo pongo nuevamente aquí.
Cuarenta años después.
“¡Qué rico hueles, mi vida!”.
“¡Qué perfumada, mi amor!”.
Éramos recién casados.
Fueron frases de rigor.
Después del baño él olía
a Yardley o qué sé yo,
mientras yo me perfumaba
con frascos de Christian Dior.
Pero hoy... ¡Qué diferencia!
Él huele a ungüentos, y yo
a la Pomada del Tigre
que me pongo al por mayor.
¡Cómo han cambiado los tiempos
de cuando él me conoció!
Antiguamente lucían
encima de mi buró
una rosa, su retrato,
un perfume y un reloj.
¿Ahora? Un frasco de aspirinas;
el ungüento de rigor;
unas vendas; mis anteojos;
las píldoras de alcanfor;
la jeringa, la ampolleta,
el algodón y el alcohol.
Y en su buró, amontonados
para que quepan mejor,
un vaso para sus “puentes”;
el frasco de la fricción;
un libro abierto; sus lentes;
jarabe para la tos;
y agua para la aspirina
por si nos viene un dolor...
Sin embargo no añoramos
“lo que el viento se llevó”.
Recordamos lo que fuimos,
y vivimos nuestro hoy.
En las mañanas, sin prisas,
siempre la misma canción:
“¿Cómo dormiste, mi cielo?”.
“Un dolor me despertó”...
“¿Cómo te sientes, mi vida?”.
“Hoy tengo fuerte el dolor”.
Y por las noches, acaso
recordando algo mejor,
oliendo a salicilato,
a pomadas y a inyección,
repetimos lo de siempre,
lo mismo de ayer y hoy:
“Que duermas muy bien, mi vida”.
“Que duermas muy bien, mi amor”...
Rezamos un Padre Nuestro,
y damos gracias a Dios.