¡Por sus Evos!
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Como si no tuviésemos ya suficiente con que nuestro Huey Tlatoani avive, cada maldito día y desde el primer albor, el encono social, refrendando etiquetas antagónicas como chairos y fifíes; mafia del poder y pueblo bueno; todo aquello que es noble, bello y justo y Felipe Calderón; prensa chayotera lacaya del poder y Lord Molécula; hijos del Universo Marvel y huérfanos de DC; iniciamos esta semana para colmo con un nuevo argumento para discrepar.
El tema del día es Evo Morales: Prócer cuasi mártir de la democracia y la libertad y ejemplo de resistencia antiimperialista para todas las naciones de Latinoamérica; o mequetrefe populista, remedo de dictador y mesiánico demagogo de república bananera.
Usted decida, la verdad es que como que no se me antoja mucho pelear por el ex Presidente de… Bolivia (¿Bolivia, verdad? ¡Sí!).
Yo simplemente no puedo dejar de observar cómo afloran nuestras pasiones más polarizadas y radicales. Ya sabe, las de los que aun romantizan el delirio socialista (izquierdosos trasnochados) y las de los que satanizan cualquier rumbo que no nos coloque en la ruta de ser una colonia de los EEUU (whitexicans de shopping).
Por supuesto, unos y otros tienen, de manera respectiva, una fuerte identificación o proporcional rechazo al actual régimen, el de la República Omnisciente de AMLO, antiguamente conocida como México.
Así que no es que a nadie le preocupe el devenir de Bolivia y los bolivianos (¿bolivianos se llaman, verdad?). No es que seamos solidarios con el sufrimiento de un pueblo hermano, o que nos guste conocer a fondo el acontecer mundial para afrontar mejor los retos que nos presenta nuestro entorno más inmediato.
¡Qué va! Lo que queremos son argumentos para seguir montados en el mismo macho en que nos trepamos desde hace ya varios años y del que nomás no parece que nos den ganas de bajarnos.
Una vez más, los hechos y, mejor dicho, nuestra interpretación de los mismos, sólo sirve para apuntalar nuestro sistema de creencias y convicciones.
Ya ve, hay quienes aseguran que, valientemente, Morales dimitió para evitar derramamientos de sangre. Aunque no olvidemos que la Historia nos ha enseñado que si alguien abdica al Poder es únicamente para evitar el derramamiento de la sangre propia, que la de uno mismo suele ser la más valiosa de todas.
Es fácil caer en estas trampas del maniqueísmo a la hora de emitir juicios. El que quiera ver a Evo como un santo, va a ignorar olímpicamente el hecho de que se estaba perpetuando en el poder nomás por sus bolivianos “Evos”.
Y el que lo considere un dictador en la línea de los hermanos Castro (me refiero a Fidel y Raúl, no a Gualas y Benito), pasará completamente por alto el detalle de que Bolivia ahora está a merced de la OEA, alias el Tío Sam y que eso es infinitamente peor que enfrentar una plaga doméstica.
Sólo nos contamos la versión de la historia que nos interesa repetir más adelante, siendo que una y otra son parcialmente ciertas, no sin su buena dosis de infundios y exageraciones.
Nuestro gobierno, que cuando quiere es muy neutral y respetuoso de la determinación de los pueblos y cuando no, pos no, se pronunció enseguida muy solidario con el presidente caído en desgracia, lo que sólo aviva otra vez los resentimientos en un tema de por sí controversial.
¡¿Qué ingaos le costaba salirse otra vez por la tangente?! ¡Hablar de beisbol, no sé, hacer lo que hace todos los días!
Ah, no, ahora sí muy puntual el ofrecimiento de asilo político para alguien cuya presencia sólo va a enchilar más y más a los detractores de la 4T.
¿Pos no que su interés era la unificación del País?
Y vaya que a mí me gusta que México sea un refugio para los exiliados, además es siempre bueno ser humanitario, pero bien pudo AMLO decirle a Evo que buscara hospedaje por Airbnb (“hay muy buenas opciones, algunas muy baratas”) y así deslindarse de su suerte.
¡Ah, no! Había que ofrecerle toda la hospitalidad del Estado y, según se reporta mientras escribo estas líneas, hasta le envió ya un avión oficial al presidente depuesto, renunciado, derrocado (o como prefiera usted) para que lo recoja con todas sus chivas, sus ponchos, sus llamas y su historial reeleccionista que eso es lo que encabrona al respetable y es precisamente del tipo de imagen que le urge a López Obrador desvincularse, claro, si en algo le interesa fomentar la unidad al interior del país que gobierna.
Si a mí me lo pregunta, creo que todos tenemos en esto una responsabilidad: Nosotros como pueblo, de no ser unos obcecados radicales siempre en pie de guerra con tal de tener la razón y el Presidente, de no avivar nuestras diferencias y comenzar a trabajar en un clima de unidad, que es lo único que nos salvará de terminar como el hermano Estado Plurinacional de Bolivia, actualmente sin presidente, por cierto.
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