Habemus Presidente Electo, finalmente y después de todo
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“En lo que a mí corresponde, en mi carácter de titular del Ejecutivo Federal, actuaré con rectitud y con respeto a las potestades y la soberanía de los otros poderes legalmente constituidos. Ofrezco a ustedes, señoras y señores magistrados, así como al resto del Poder Judicial, a los legisladores y a todos los integrantes de las entidades autónomas del Estado, que no habré de entrometerme de manera alguna en las resoluciones que únicamente a ustedes competen.
“En el nuevo gobierno, el Presidente de la República no tendrá palomas mensajeras ni halcones amenazantes; ninguna autoridad encargada de impartir justicia será objeto de presiones ni de peticiones ilegítimas cuando esté trabajando en el análisis, elaboración o ejecución de sus dictámenes y habrá absoluto respeto por sus veridictos.
“El Ejecutivo no será más el poder de los poderes ni buscará someter a los otros…”
La anterior sea, quizás, la frase más relevante del discurso que Andrés Manuel López Obrador pronunció ayer, tras recibir la constancia que le acredita como Presidente Electo, luego de la aplastante victoria que obtuvo en la jornada electoral del pasado 1 de julio.
Y lo es, en gran medida, porque con ella contribuye a disminuir las dudas que existen en torno al carácter de su mandato. O, si se prefiere, contribuye a diluir el nerviosismo que en no pocos provoca su próxima asunción del poder.
Y es que más allá de las preferencias partidistas que cada quien profese, lo cierto es que resulta necesario tener certezas respecto de la forma en la cual el futuro Presidente de la República ejercerá el poder, sobre todo en lo que toca a los equilibrios necesarios entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
Está claro, desde luego, que al conquistar la Presidencia de la República, López Obrador también alcanzó la mayoría parlamentaria y que, al menos durante la primera mitad de su mandato, parecer tener asegurado el acompañamiento del Poder Legislativo Federal.
No es lo mismo en relación con el Poder Judicial cuyos integrantes, aún cuando no necesariamente son sus adversarios, ciertamente no tendrían por qué comulgar sus ideas y por ello era necesario que ayer fijara posición al respeto.
El próximo Presidente de la República ha dicho que respetará plenamente la división de poderes y tal manifestación debe ser bienvenida. Y debe ser bienvenida no solamente porque sea una buena frase de discurso, sino porque se trata de un compromiso relevante con los principios democráticos que rigen a toda nación democrática.
Ayer fue, en realidad, poco más que un acto protocolario, debido a que no existían dudas respecto de la legitimidad del mandato que López Obrador recibió en las urnas. Su valor simbólico, en realidad, reside en los compromisos que el futuro Presidente estableció al asumir el mandato que los electores le otorgaron con su voto.
Lo que resta ahora, es que la palabra empeñada en el pronunciamiento de ayer, se convierta en acciones concretas y puntuales capaces de ofrecernos a todos la certeza de que el futuro gobierno será uno de carácter absolutamente democrático.