Puertas y portazos
COMPARTIR
TEMAS
Tengo el gusto de presentarles una puerta. Por muchas hemos pasado, y sin embargo no las conocemos bien. Permítanme, entonces, el gusto de presentarles esta puerta, para que la podamos conocer.
La parte que está arriba de la puerta se llama dintel. Cuando leemos: “El niño estaba sentado en el dintel de la puerta”, habrá que imaginar a la criatura sentada arriba, en lo alto, igual que chango o mono trepador.
La parte que está abajo de la puerta -aquí sí el niño se podría sentar- se llama umbral. Las partes laterales son las jambas, piezas que sostienen el dintel. Y el quicio es donde entran las bisagras para que girando sobre ellas la puerta se abra o cierre.
Antes las puertas estaban formadas por dos pares de hojas, de modo que se podían abrir las de arriba, para que dejaran entrar la luz y el aire, y mantener cerradas las de abajo, para impedir el paso de perros y otros animales. De ahí viene la expresión “abrir de par en par la puerta”.
Antaño las muchachas no usaban pantalones. Vestían todas con falda. Algunas de esas faldas, muy ceñidas, se llamaban “de medio paso”. Había chicas que, quizás inadvertidamente -concedo el beneficio de la duda-, se sentaban de modo que la mirada varonil podía penetrar en recónditas intimidades. A eso se llamaba “dar puerta”.
-¡Mira! ¡Fulanita está dando puerta!
La que no enseña no vende, dice el dicho. De ahí lo de la falda de medio paso; de ahí también lo de dar puerta.
-¡Se ve hasta la cocina! -añadíamos golosamente. Y es que entonces las habitaciones de las casas estaban dispuestas en hilera, de modo que desde la sala se podía ver, efectivamente, hasta la cocina.
Enero es año portalar. Su nombre viene del latín “janua”, que quiere decir puerta. Dios portero era Jano, cuya doble cara miraba hacia adelante y hacia atrás, igual que hacemos nosotros en enero, con un ojo puesto en el gato de lo que ya pasó y otro en el garabato de lo que aún no llega.
Comenzamos hoy un nuevo año, si no quizá una nueva década. Hay quienes dicen que la década nueva comenzará el próximo año, o sea en 2021, pues al contar hasta 10 empezamos a contar desde el uno, no desde el cero. Allá se las averigüen los lógicos y los matemáticos. Lo que haremos nosotros es recibir este nuevo año, nueva década o no, con alegría y esperanza, pidiendo que nos ofrezca los dones más importantes: la vida y la salud. Mientras haya vida hay esperanza, y si es con salud, enhorabuena. Amor, mucho amor en nuestra vida. Y, claro, un poco de dinero tampoco es para despreciarse.
¡Feliz Año 2020 para todos!
Armando Fuentes Aguirre
‘Catón’ Cronista de la ciudad