¿Qué hicimos mejor hace 50 años?
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Recuerdo mi infancia con gran nostalgia y alegría. Fue sencilla y llena de actividades físicas. Reconozco que la disciplina era muy dura y hasta física. La obediencia, en casa y en la escuela, era un valor que no se cuestionaba. Crecí con muy pocos juguetes, pero no eran necesarios para divertirnos. Lo máximo era una caja de cartón grande o un montón de arena para crear aventuras. Jamás le dije a mi madre: “¡estoy aburrido!”, siempre había algo qué hacer. Había muchas cosas que hacíamos mejor que los chicos de ahora:
Escribíamos cartas y usábamos la letra manuscrita. El Método Palmer era utilizado en las primarias para aprender manuscrita. Diariamente había planas en la libreta para mejorarla. Escribía semanalmente cartas de varias páginas a mi familia y amigos.
Dominábamos juegos que requerían destreza motora y atención. Éramos expertos en jugar el yoyo, balero, trompo, matatena, la rayuela o el avión, pericocha y canicas. Los juegos eran sencillos, baratos, al aire libre y, la mayoría de las veces, con otros niños.
Sabíamos jugar solos. El tiempo de la televisión era muy limitado y el tiempo libre era grande. Jamás existió el aburrimiento. Cualquier cosa servía para desarrollar la creatividad y la imaginación.
La derrota y el fracaso eran un aprendizaje. Sabíamos que en la vida había riesgos y no teníamos miedo de enfrentarlos. Muchas veces perdimos, pero era necesario para tener una victoria final. Gracias a todos los fracasos aprendimos a no tener miedo, a enfrentar los retos sin importar lo difíciles que eran.
Número de hermanos. En la década de 1960 el promedio de hijos por familia era de casi seis en México. Aprendimos a compartir la recámara, los juguetes y hasta la ropa. Siempre había ruido y pleitos en casa.
Independientes desde pequeños. Tenía apenas 5 años y mi madre me enviaba a la esquina por leche, y vendía huevos en el centro de Monterrey. Nuestras vacaciones, desde la mañana hasta antes del anochecer, era ir con nuestros amigos al barrio o pasear en nuestras bicicletas por toda la ciudad.
Disfrutábamos cada y único momento. Había muy pocos distractores que impidieran que nos centráramos en cada una de nuestras tareas y actividades. La televisión tenía muy pocos canales y su horario era muy limitado. Cada momento de nuestra vida lo dedicábamos el 100 por ciento.
Alto trabajo de la memoria. Las historias familiares eran contadas a través de historias heredadas mediante la comunicación oral a través de las generaciones. La memoria era el único instrumento para grabar los acontecimientos y el único recurso para recordar nombres, direcciones y teléfonos.
Familias más estables. La familia es el grupo social más importante. Su estabilidad es fundamental para tener hijos más sanos y con mayor bienestar. Hoy vivimos una gran desintegración familiar. Evitemos el rompimiento entre los padres para bien de la futura generación.
Papás, mayores de 50 años, no solamente recordemos nuestras aventuras y actividades de la niñez, sino que hay que revalorarlas y actualizarlas para hacerlas vida en nuestros hijos. Muchas de ellas nos ayudaron a ser lo que somos.
@JesusAmayaGuerra