Que veinte años no es nada...
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Al recordarte -si, veinte años después sigues presente en cada reunión, de las que valen la pena- siempre hay una historia “Del Gordo” para contar; ¡ésta es mi preferida, y en verso la voy a relatar!
No sé qué año corría, pero era allá en Polanco, barrio exclusivo de la capital, donde Armando Castilla, algunos negocios hacía -hospedado, como siempre y desde entonces, en el hotel Camino Real-.
Época de los setentas, de aquella ciudad glamorosa; ya Armando Castilla se había adueñado del estilo sin igual, que le hacía ante cualquiera, un personaje especial.
Cuenta el exclusivo alojamiento, con espacios de atención personal, para trabajo, convivencia y también de entretenimiento.
Destaca entre estos espacios la peluquería -o estética- a la que acudían los huéspedes, y también personalidades de la ciudad, como es el caso que voy a contar...
Originario de Saltillo, -le respondió al peluquero “El señor Arizpe”-, empresario refresquero que aquella mañana llegaba a arreglarse el pelo y a afeitar la barba.
Tenemos aquí a un Huésped Distinguido, que también es de Saltillo -¿y quién es tal personaje?- ¡Es Don Armando Castilla! -¿Y viene a arreglarse el cabello? -¡Qué pregunta, Caballero!- ¡Soy yo quien subo a su Suite!
Así siempre, así tu estilo; así dueño de cada momento... Así conquistabas lugares y personas... A veinte años de distancia, descubro que también has
conquistado al tiempo.