Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija
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El Quijote II, 32
En la casa de los Duques, don Quijote sostiene intensa discusión con el personaje que Cervantes sólo menciona como el Eclesiástico. Éste afirma que jamás existieron caballeros andantes como los describen los libros de caballerías, los cuales según éstos realizan aventuras fantásticas que don Quijote cree fueron reales, por ser mentecato y tonto.
Don Quijote defiende su convicción y alega: “Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta inreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite; caballero soy, y caballero he de morir, si place al Altísimo”.
Sancho interviene en la discusión y el Eclesiástico le pregunta si es él el escudero a quien don Quijote tiene prometida una ínsula.
“- Sí soy –respondió Sancho-, y soy quien la merece como otro cualquiera;… soy yo de aquellos… de los ‘QUIEN A BUEN ÁRBOL SE ARRIMA, BUENA SOMBRA LE COBIJA’”.
Al mencionar este refrán, del que Sebastián de Horozco escribió hacia 1570 que es de los muy antiguos de España, Sancho quiso dar a entender al Eclesiástico que como sigue y sirve a su señor, don Quijote, que es un gran hombre, se arrima a buen árbol y por ello buena sombra le cobija.
¿Por qué el refrán hace referencia a “buen árbol” y no a “árbol frondoso”? Hernán Núñez (en 1555) y Luis Galindo (hacia 1659), opinaron que el árbol ha de ser bueno y no necesariamente frondoso, porque hay árboles como el nogal y la higuera cuya “sombra es nociva y enferma”.