¿Quién cuida a los cuidadores?
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Los familiares de los enfermos, se tienen que dar cuenta de si están afectados y de si necesitan ayuda emocional o práctica
El cáncer no afecta sólo al enfermo en sí, también lo hace a sus familiares, que no tienen que someterse a quimioterapia alguna, pero sufren un fuerte impacto emocional y deben adaptarse a un cambio de rol que les convierte en “cuidadores” de quien quizá siempre les ha cuidado; la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) ha puesto el acento en este aspecto.
Esta es la respuesta de la psicooncóloga de la AECC Patrizia Bressanello a la pregunta de Efe: “A veces nadie (los cuida), porque ellos mismos no se reconocen tampoco como personas necesitadas de ayuda.
Ellos asumen el rol de cuidador y no se dan cuenta de cómo están ellos afectados emocionalmente. Tras el primer shock, tienen que hacer frente a sentimientos de miedo, rabia, tristeza, dolor, incertidumbre..”.
Los familiares tienen niveles de malestar emocional superior a los propios pacientes, pero deben aceptar que “es un proceso difícil, en el que se va a pasar mal, porque no hay varitas mágicas”.
Los familiares se tienen que dar cuenta de si están afectados y de si necesitan ayuda emocional o práctica, y en ese caso la tienen que pedir porque “son procesos largos que generan un gran desgaste a nivel físico y emocional y hay que dosificar energías”.
A veces, la familia tiene habilidades para poder hacer frente a esos cambios, pero otras veces tiene que aprenderlas: “Es un proceso de gran incertidumbre, y a veces se sienten muy inseguros a la hora de poder ayudar al paciente y se preguntan ¿qué puedo hacer para animarle, cómo me comunico con ella, cómo me comporto cuando está mas irritable o más cansada”.
Para la mayoría de las familias, hay un antes y un después del cáncer. Les cambian las prioridades, tal y como dice Pablo Martínez, el marido de una mujer que ha sufrido dos cáncer de mama: el primero, según ha señalado a Efe, fue “un palo horrible para toda la familia, pero paso relativamente rápido”.
Pero el segundo fue “tremendo” porque “pensaba que ya lo habíamos pasado y de repente ploff”. “Me enfade con los médicos, con los oncólogos, con ella, conmigo, con todo el mundo”, reconoce.
Tal vez necesitó ayuda, pero no la pidió, y la enfermedad al inicio les afectó como pareja, aunque ahora todo ha vuelto a la normalidad.
Su mujer, incluso, después de que le dieran la incapacidad, ha montado un gimnasio con un programa específico para la recuperación de operaciones de cáncer de mama.
Lucía también dejó todo para acompañar a su marido durante su cáncer de mama -un 1 % de los casos de este tipo de cáncer es en hombres- y a ella, creyente, le sirvió la fe, pero está pensando en pedir ayuda para superar el dolor que le supuso dejar de cuidar a su madre para ocuparse de Lorenzo.