Rebeldía frente a la violencia
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Se recuerdan los hechos. Han pasado cincuenta años. Los sobrevivientes cuentan lo que vieron y vivieron en aquellos días del año de los juegos olímpicos del 1968 celebrados en México. Fue en la gran plaza de las Tres Culturas, espaciosa y cargada de historia.
Se recorre la sucesión de acontecimientos. Se relata cómo las justas exigencias universitarias se juzgaron penetradas de pésimos móviles nacidos de ideologías extremistas. Se vio el movimiento como un peligro para la tranquilidad indispensable frente a la mirada espectadora del mundo en los próximos días de espectáculo deportivo internacional.
Y se ordenó la represión de disparos sobre la multitud estudiantil. Iban cayendo algunos en la huida que no encontraba lugar seguro. Aquella luz de bengala pareció ser la señal que inició la masacre.
La comunidad nacional ha tenido cinco décadas para investigar y descubrir el impulso de rebeldía juvenil como una protesta contra un autoritarismo antidemocrático en todos los niveles de la convivencia nacional. Anhelos de libertad, de rechazo a toda opresión, búsqueda de respeto a derechos fundamentales lesionados por un estatismo voraz.
Fue como la demolición de un muro, como la rotura de una cadena, el
derribar la puerta de un cautiverio. Después de la protesta del 68 se pudo caminar por la senda abierta hacia una humanización, todavía hoy insuficiente, pero siempre en avance.
Los jóvenes consideraban como complicidad y conformismo cobarde el quedarse pasivos frente a las violencias represivas. Y usaron la calle, el grito y la pancarta, el hacinamiento clamoroso de plaza pública.
En el aniversario del sacrificio de vidas por ese abuso de fuerza, se vuelven a levantar las mismas banderas y se agradece a esa generación la unánime rebeldía que no toleró ver atropellada su dignidad.
En la coyuntura conmemorativa se ha visto la convergencia de la indignación por la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa. Los familiares se unen a los jóvenes reclamando por no saber todavía dónde están sus hijos.
En estas cinco décadas, cada vez que se aproxima y llega el mes de octubre se suceden entrevistas, escritos alusivos, veladas luctuosas de antorchas y plegarias, reflexiones y actualizaciones de los contenidos y actitudes universitarias en aquel año olímpico.
Se vuelven a vender los libros de la Poniatowska salpicados de anécdotas y testimonios, en encuentros directos y diálogos con las víctimas. Los que nacieron en este siglo ven las imágenes en blanco y negro de fotos y filmaciones y piensan que hay mucho por hacer todavía.
La rebeldía frente a la violencia es calidad humana de la juventud universitaria que ya se abre por sus estudios a la sensibilidad que despierta indignación y solidaridad frente a la fuerza homicida y destructora...