Recuentos navideños
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Viene ya pronto la navidad y sus aromas y gozos. Ya del olor de la guayaba cuando está cocinándose en el ponche con la mezcla de tejocote, tamarindo, caña de azúcar, canela, clavo, piloncillo y ciruela pasa, para que todo salga bien.
Los buñuelos especialmente esos de Santa Rosa Jáuregui, redondos, gruesos con una capa de piloncillo y una alma dulce que hicieron de mi cavidad estomacal un espacio expandible, que nunca recuperé ni con ejercicios.
Por tradición materna las Navidades eran coronadas con un suculento cabrito: la mitad al horno, la otra en fritada.
La ceremonia era familiar cuando murió mi padre; nosotros crecimos y trabajábamos en equipo para preparar al dichoso animalito.
La aventura iniciaba con el chino Lee, con quien se conseguía el cabrito de máximo 4 kilos, mismo que pernoctaba en la casa y obvio mis pequeños hermanos, Fer y Jaime, se encariñaban con él y al siguiente día que llegaba don Jesús al sacrificio empezaba el lloriqueo.
Una vez sacrificado el crio y recuperada la sangre, mi madre untaba el cadáver con aceite de oliva, orégano, tomillo, pimienta y limón, a fin de excluir todo olor posible.
En el inter, Cecy en el departamento de limpieza de tripas daba rienda suelta a su afán de dejarlas comestibles y pulcras. Luzma y yo pertenecíamos al área de corte a tamaño, operación que hacíamos después de llevar los cuchillos a la “Afiladuría de Saltillo” por la calle de Aldama.
Si creían que compartiría la receta ancestral de mi bisabuela Dolores Treviño, heredada a su hija María Melo y a su vez a su nieta Chita, están muy equivocados, sólo comentaré que la fritada es la mejor del mundo mundial y sus colonias aledañas.
El significado de la Navidad es un acto de reflexión interna que es distinto en cada familia. Me llamó la atención un pensamiento del Papa Pancho sobre el tema, que sintetiza en forma sencilla lo que les quiero expresar. Dice el prelado:
“La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien un poco de silencio para oír la voz del Amor. El pino de Navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida. Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan tu vida. La campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir. Eres también luz de Navidad, cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad, la paciencia, alegría y la generosidad. Los ángeles de Navidad eres tú, cuando cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor. La estrella de Navidad eres tú, cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor. Eres también los Reyes Magos, cuando das lo mejor que tienes sin importar a quien. La música de Navidad eres tú cuando conquistas la armonía dentro de ti. El regalo de Navidad eres tú, cuando eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano. La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la bondad está escrita en tus manos. La felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas y reestableces la paz, aun cuando sufras. La cena de Navidad eres tú, cuando sacias de pan y de esperanza al pobre que está a tu lado. Tú eres, sí, la noche de Navidad, cuando humilde y consciente recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo sin ruidos ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa de confianza y de ternura en la paz interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti”.
Más que reflexivo el momento es de gozo cuando en familia compartimos alegrías, anécdotas, nos acordamos de los ausentes y brindamos por una esperanza, y en el inter damos una comelitona para agotar las ansias.
Mi espíritu Grinch ha decaído este año, no sé si será porque me estoy volviendo viejo o porque la dulzura con la que Isabel prepara la Navidad y su ambiente han terminado por vencer esa proclividad a alejarme de los festejos navideños y perder la oportunidad en el intento.
Qué más da entregarnos a esa celebración en la que el niño redentor renueva su existencia cada año y renace con más bríos y esperanza en este mundo violento, cruel y despiadado, y a pesar de ello ganar la batalla siempre. Bendito niño que alimentas la esperanza, la fe y nos recuerdas que la bondad es una nube que nos rodea, pero que a veces no vislumbramos.
Una feliz navidad a mis lectores. ¡Qué los atropelle la alegría y los haga trizas el entusiasmo!