Repunte de casos COVID: ¿qué nos está diciendo?
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Todos tenemos responsabilidades en el tratamiento de la pandemia. Pero mientras no exista una hoja de ruta clara será imposible atestiguar una realidad diferente a la actual
Todo mundo ha visto -o al menos conocido a través de los medios de comunicación y las redes sociales- las múltiples evidencias existentes en el sentido de que, tras ocho larguísimos meses de convivir con el coronavirus SARS-CoV-2, las medidas de seguridad que individualmente debemos observar las personas se han relajado.
En buena medida eso es normal: la pandemia nos ha forzado a renunciar a casi todas las actividades de convivencia social durante un período que se antoja ya insoportable y eso empuja a muchas personas a tomar riesgos crecientes en aras de liberar la tensión que implica la contingencia sanitaria.
Por otra parte, está muy claro que un nuevo confinamiento -que implique la suspensión de actividades productivas- es virtualmente imposible, porque los estragos económicos que ya ha dejado la pandemia se volverían catastróficos para amplios sectores de la población, además de que dificultaría todavía más la recuperación que debería seguir al estancamiento.
Pero el que se relajen las medidas de protección individual, aunado al factor climático -los expertos nos han dicho es que la conclusión de la temporada de calor favorece la propagación del virus- ha generado un repunte de contagios que podría llevarnos nuevamente, en el caso de Coahuila al menos, al color rojo del semáforo de riesgo.
¿Qué hacer frente a esta situación?
La respuesta parece bastante simple, aunque las acciones requeridas para ponerla en práctica no lo son tanto: aprender a convivir con el virus hasta que la aparición de una vacuna, que esté disponible para nosotros, nos permita alejar el fantasma de la enfermedad provocada por el patógeno.
El problema con ello es que “aprender a convivir” con el Coronavirus demanda la puesta en práctica de una estrategia que implica, sobre todo, coordinación estricta entre todos los órdenes de gobierno y la población, algo que se antoja imposible en el contexto actual de polarización política.
Y por coordinación estricta debe entenderse una sola cosa: la existencia de un solo discurso público relativo a las medidas sanitarias que es necesario aplicar, y la existencia de un catálogo de medidas de aplicación uniforme, sin fisuras, por parte de todas las autoridades municipales, estatales y federales.
Muy lejos de esta posibilidad, lo que todos podemos observar cotidianamente es el desorden, la implementación de acciones inconexas y, sobre todo, la difusión de información contradictoria y parcial que solamente confunde a la población y provoca, ulteriormente, conductas que multiplican el riesgo de contagios en nuestras comunidades.
En otras palabras, lo que todos podemos ver es que no parece que hayamos aprendido nada en estos ocho meses, por lo que los peores pronósticos para la época invernal podrían estarse concretando: un nuevo crecimiento exponencial en el número de personas contagiadas y un creciente número de víctimas mortales de la pandemia.