Respirar es indispensable, pero también puede matarnos
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Una actividad que realizamos de forma inconsciente, pero que conscientemente sabemos indispensable para la vida, es respirar. Si dejamos de hacerlo, o si el aire que respiramos no es de la calidad necesaria, simplemente no lograremos sobrevivir.
De modo natural hemos dado por sentado que el aire –el medio en el cual vivimos los seres humanos y muchas otras especies– es respirable, es decir, que no necesitamos ocuparnos de éste porque eso es tarea de la naturaleza.
Además, desde la escuela primaria nos han enseñado que el diseño natural del planeta consiste de un ciclo cerrado que renueva el aire y garantiza la supervivencia de las especies que requerimos cierto contenido de oxígeno para sostener nuestros procesos vitales.
Los humanos, sin embargo, somos la única especie cuyas actividades alteran el ciclo diseñado por la naturaleza para mantener la calidad del aire y, en consecuencia, ponen en riesgo la vida misma: talamos los bosques y lanzamos a la atmósfera contaminantes que vuelven irrespirable el aire.
Hemos perseverado tanto en esta conducta, y lo hemos hecho a una escala tal, que hemos logrado un objetivo que parecía difícil: hacer del aire una amenaza real para nuestra propia supervivencia.
La señal más ominosa de esta realidad lo representa la estadística mortal asociada a la contaminación del aire: millones de personas en el mundo mueren cada año a causa de enfermedades respiratorias que son agravadas por la polución. Para entender la gravedad del asunto tan sólo hace falta una comparación: la contaminación atmosférica mata más personas que las armas de fuego. Tal estadística tendría que obligarnos a reflexionar seriamente sobre el tema.
En los últimos días, la información que hemos reseñado da cuenta de cómo las señales de alarma se disparan en todo el planeta y el hecho involucra también a los coahuilenses: Monclova y Saltillo se han ubicado en el deshonroso ranking de las ciudades con el peor aire del mundo.
La reacción de las autoridades ambientales de Coahuila ha sido la menos deseable de todas: intentar explicar los reportes diciendo primero que las estaciones de monitoreo “se descompusieron” y en realidad estaban informando cifras erróneas, y minimizando la situación después.
A contracorriente de la posición oficial asumida en Coahuila, la calidad del aire que respiramos sigue deteriorándose y no mejorará a partir de las declaraciones irresponsables de autoridades, que parecen creer que todos los temas de la agenda pública son cuestión de imagen o motivo para recrear discusiones de carácter político.
Estamos hablando de un tema de la mayor gravedad y eso merecería una discusión seria que nos lleve, en primer lugar, a dimensionar claramente la magnitud del problema y, enseguida, nos impulse a construir una agenda que implique incidir en la realidad hoy, cuando aún tenemos tiempo de emprender acciones que contengan el fenómeno de manera eficaz.