Sabio manejo de riesgos
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A todos nos duele el sufrimiento evitable.
Dolor intenso en el cuerpo, vidas incineradas, familias mutiladas. Estamos todos en la misma familia. Sentimos que hubiera bastado con no acercarse, sólo avisar que hay una fuga y ya. El derrame era consecuencia de las acciones de otros hermanos que quisieron robar y dejaron los surtidores que se hicieron borbotones de combustible inflamable. La gente ve que se está desperdiciando y busca aprovecharlo, siguiendo el ejemplo de otros que ya lo hacen. Se hace la fila de avance. Los soldados quieren impedirlo recordando el peligro y no quieren reprimir con fuerza y violencia. Son rebasados.
El riesgo está flotando en el ambiente. Pudo ser un fumador, no muy cercano, que hizo los movimientos automáticos de su adicción y puso la chispa de su encendedor en el ambiente de gases provenientes del derrame. La explosión es inmediata, muy poderosa y muy letal por la proximidad de tantas personas.
Se multiplican los muertos calcinados y los damnificados con graves quemaduras.
El manejo de lo peligroso es parte esencial de la educación contemporánea. Cuidado con los calentadores de gas sin ventana abierta. Si hay agua hirviendo, que nadie se acerque. Si es vía del tren, hacer siempre alto total y nunca querer pasar primero. El peligro está en los hogares, en las escuelas, en la vía pública en que tanta gente se cae y tantos vehículos se dañan. Lo explosivo no debe tratarse como si fuera inofensivo. No intentar limpiar armas sin quitar cargadores. Ha de haber siempre un protocolo, un reglamento, una serie de precauciones básicas siempre recordadas.
Nadie ignora todas las explosiones que se han dado en los poblados de artesanía pirotécnica por el manejo constante de la pólvora. Alguna previsión se omite, se olvida o se descuida y sobreviene la catástrofe.
Lo que no puede quedar impune es el delito de robar combustible perforando los ductos y adaptando lo necesario para la succión. No puede haber impunidad para quienes son cómplices al mantener el flujo durante ese tiempo en que la presión del ducto baja a causa del latrocinio.
En ocasión de estos acontecimientos no hay que escudarse en una actitud sin autocrítica que busca repartir inculpaciones. Cada uno ha de descubrir su propia complicidad habitual e inconsciente en esa corrupción en que predominan los propios intereses y apetitos, olvidando el bien de todos. Abnegación, compasión, comprensión, solidaridad, son actitudes humanizadoras que descubren la grandeza de la gratuidad, del desinterés y de la generosidad.
El damnificado ha de ser atendido en su debilidad, no viendo la conducta sino la persona en todo su valor esencial. Es muy apreciable todo el sistema de asistencia integral que se ha ido diseñando en estas tierras nuestras de terremotos e inundaciones, de derrumbes y de incendios, de accidentes y de crímenes para que el damnificado nunca quede desamparado...