Sacrificio de un pipope en las ruinas de Uxmal
COMPARTIR
TEMAS
Uxmal.- A un costado de la entrada había una especie de mini museo donde se exhibían un ayotl, una chirimía, el característico chinchin, la ocarina verde, el huehuetl, un tunkul, la marimba y el infaltable raspador. Todos, instrumentos típicos de la cultura maya, fabricados cual réplica exacta por los artesanos de Muna, siguiendo las instrucciones de sus antepasados de los años 600-900 d.C. que habitaron en la “tres veces construida”, Uxmal, según traducción libre del maya al castellano.
Les platico: La pareja aquella de pipopes -“piezas poblanas perfectas” según la definición dada por ellos mismos- fue de las primeras en formarse en la fila a las meras 8 de la mañana.
Cuando vio que nadie había aún cortando los boletos en los torniquetes de entrada, la pipopa quiso aprovechar el tiempo para realizar una de las actividades que mejor le salían: Se metió de compras a una de las tiendas de souvenirs que hay en el patio sin techo que sirve como lobby para los visitantes.
Después de reventarse un par de tarjetazos para la típica compra de objetos inútiles, se apuró en llegar a los accesos por donde la fila de visitantes comenzaba a serpentear hacia la vereda empedrada que conducía a la imponente “Pirámide del Adivino”, y no vio por ningún lado a su marido.
Seguramente se le había adelantado y se lo encontraría ahí o en el “Cuadrángulo de las Monjas”, que quedaron de ver juntos por aquello de que ambos tenían parientas recluidas en el Convento de Clarisas Capuchinas Franciscanas de San Francisco de Asís, en la llamada Puebla de los Angeles.
Conocía tan bien la historia detrás de la también llamada “Pirámide del Hechicero”, del “Gran Chilán” o “del Enano”, que de pronto se descubrió repasando mentalmente los trece niveles que los mayas consideraban que tenía el cielo y ubicándose ella -como buena pipopa que era- en cada uno de esos trece niveles celestiales.
Teniendo en mente a su marido, rememoró el libro aquél escrito por un alemán, que narraba con el lujo de los datos duros, cómo los sacerdotes y los nobles de Uxmal -que eran los únicos que podían acceder hasta la parte más alta de la pirámide (32 metros)- realizaban sacrificios humanos para ofrendar a los dioses y sustentar así sus peticiones.
Tenía en eso en mente a su marido porque como buen pipope -en la definición despectiva que otros les dan a los poblanos- se las daba de muy chinguetas pues había sido parte de los cuadros distinguidos del PRI, luego del PAN y después otra vez del PRI.
Este pensamiento de la señora de las tarjetas se inspiró en que los meros meros chipocludos de los mayas eran los únicos que podían subir hasta arribotota de ésta pirámide. Es que su marido de pronto se sentía más que noble y sacerdote: dios, ni más ni menos.
Y al visualizar algunas de las más célebres mamonerías de su esposo, ella recordó que algunos de los sacerdotes y nobles que podían subir hasta arriba de la pirámide, a veces se auto sacrificaban en honor de sus dioses.
“Quien quita”, pensó en voz alta y se imaginó la escena del pipope honrando a sus dioses políticos en turno, auto sacrificándose y volviéndola a ella viuda codiciada en las cortes mayas de la Región Puuc.
El pipope no aparecía por ningún lado. Ella lo buscó en los dos cuartos del edificio oeste del “Cuadrángulo de los Pájaros”, que también era de los favoritos de su marido porque al final de cuentas, él era todo un pájaro de cuenta.
En el “El Juego de Pelota” ni lo buscó. Su marido era un flojonazo que como único deporte tenía tocar el piano al revés, aunque la verdad, sí se sabía una que otra pieza tocándolo normalmente. Por ende, ahí no lo iba a encontrar.
En la “Casa de las Tortugas”, de gran sencillez y belleza, descubrió como una relampagueante revelación, que la casa donde ambos vivían era opulenta y de muy mal gusto. Esta última característica ella se la atribuía a él, conste.
Creyó verlo perdido entre las ruinas de “La Gran Pirámide”, la construcción trunca de nueve cuerpos escalonados que en su parte posterior tiene una estructura conocida como “Templo de las Guacamayas”, ave que es el motivo ornamental que decora su fachada combinada con grecas y celosías. Las serpientes entrelazadas que aparecen en los recuadros del frente, junto con las guacamayas, fueron una más de las analogías que la pipopa le recetó a su pipope.
“El Palomar” -por su patio hundido- era otro de los lugares donde podría aparecer el perdido, pero tampoco y cuando finalmente “escaló” ”El Palacio del Gobernador”, uno de los edificios más elegantes y complejos del arte geométrico maya, con su friso elaborado en mosaico de piedra y una gran diversidad de elementos decorativos donde destacan los mascarones de Chaak y las serpientes (muy propios para el mote de “gobernador” del templo), ¿qué creen? contra todos los pronósticos, tampoco estaba ahí.
No tuvo de otra que encaminarse a la salida y al pasar por la puerta del mini museo que exhibía los instrumentos mayas musicales, al son de “Los Changuitos” estaba su marido tocando muy orondo la marimba.
Su recorrido por Uxmal resultó todo un misterio y no alcanzó a develárselo a su esposa, porque cuando estaba en los últimos acordes de tan “compleja” pieza musical, dos genízaros cual sacerdotes guardianes cargaron con él hasta la cumbre de la “Pirámide del Adivino” y ofrecieron su sacrificio a los dioses Ah Muzencab -de las abejas y la miel- Ah Puch -de la muerte y del inframundo y Bacab, el que era cuatro deidades en una.
CAJÓN DE SASTRE
Un twitter proveniente del inframundo maya sacudió ruidosamente el celular de la pipopa a la madrugada siguiente de la desaparición de su marido en Uxmal.
El texto decía: “Pues ya son más de medio millón de seguidores en esta bendita red social. ¡Les agradezco mucho! Su interlocución y su retroalimentación me compromete y me hace muy feliz. Gracias, mil gracias. A veces coincidimos y, otras, no. Así es esto. ¡Viva la libertad de expresión!”
“El tipo ese presume tener medio millón de seguidores, pero sólo el 29% son cuentas reales; el resto son bots y usuarios inactivos y además, se leen en su mayoría críticas y burlas en contra de él”, dice la irreverente de mi Gaby.