Se bebió a gusto (15/01/18)
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Se bebió a gusto las últimas cervezas del año viejo. Y lo hizo en pasado, porque no sean las últimas. Se ha vuelto el bar un cuarto frío, una cámara refrigerante. No hay clientes ni dinero: ¡ah, la cuesta de enero! Cuesta trabajo deshacer la condena que sobre el bar -tirita el cantinero- desde hace tiempo pesa. Viene del fondo y florece en mis manos: lo que devora regresa transformado en otra pulsación. Quede la noche de carcomidas puertas como refugio del infame noctámbulo: el bar fue clausurado. A fin de cuentas, ignorancia y error fluctúan sin tocar nunca -límite de su pulsación- el vestíbulo de lo exacto. Pulsa el vacío, lo que crece decrece en otro punto: se convierte en el centro de este meteorito. Ese vacío que deja la TV cuando se apaga. Es el ruido de Dios haciendo sus quehaceres. Nunca ese vuelo en forma de tropiezo se ha interrumpido: se lanza de cabeza hacia un cielo de asfalto. El arco iris del insomnio fulgura; en el eclipse de luna, salta un gato: se oye sólo el portazo.