Seguimos en el peor momento de la pandemia
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Lo importante de “tocar fondo”, lo dicta el sentido común, es que no se puede empeorar ya. O, si se prefiere, lo importante es que
a partir de ese punto lo único que puede ocurrir es que la situación mejore.
Pero cuando la situación no deja de empeorar, como ocurre con la pandemia provocada por el Coronavirus SARS-CoV-2, el desánimo termina por apoderarse de todos y la desesperación comienza a convertirse en el denominador común.
Y esto es así, sobre todo, porque el hecho de que la situación no deje de empeorar solo es indicativo de una cosa: la estrategia usada para hacer frente al problema no está siendo eficaz y entonces la realidad debería obligarnos a revisarla y hacer los ajustes necesarios.
En otras palabras: imaginemos que en lugar de una pandemia tenemos un incendio y que los esfuerzos de los bomberos no solamente han resultado infructuosos en el propósito de extinguirlo, sino que las llamas se han propagado y que ahora, en lugar del único edificio originalmente afectado tenemos ardiendo 10 más.
Cualquier persona con un mínimo de sentido común -incluso quien no sea bombero- llegaría fácilmente a la conclusión evidente: la estrategia que se ha usado para combatir el fuego no está funcionando y si no queremos que el fuego siga propagándose debe modificarse dicha estrategia.
Eso es exactamente lo que ha ocurrido en nuestro país con el manejo de la pandemia: hace casi nueve meses -271 días, para ser exactos- el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que en México se había “domado” al coronavirus y que íbamos “muy bien”.
Desde entonces la cifra de muertes -pese al subregistrro de la contabilidad oficial- se ha multiplicado decenas de veces y ayer alcanzó una nueva cifra récord al reportarse 22 mil 339 nuevos contagios y 1 mil 803 defunciones adicionales en las últimas 24 horas.
Peor aún: la estadística demuestra que 13 por ciento de las víctimas fatales de COVID-19 ha fallecido en las primeras tres semanas del año. La cifra es ya de horror: 20 mil 367 muertes en 21 días, es decir, 731 seres humanos fallecidos cada día… un muerto cada 89 segundos.
¿Qué hace falta para que el Gobierno de la República, los gobiernos de los estados y los de los municipios reaccionen y entiendan que no pueden darse el lujo de seguir fracasando cotidianamente en la atención de la pandemia? ¿No son suficientes acaso los muertos que su incompetencia ha provocado en los casi 12 meses que llevamos?
Lo que ocurre en nuestro país está más allá de cualquier adjetivo. El término “catástrofe” ya no alcanza para dimensionar adecuadamente el saldo negativo que la pandemia nos ha dejado.
Lo peor de todo es que no parece que hayamos tocado fondo. En otras palabras, lo peor es que podemos seguir empeorando y eso es lo único que puede adelantarse si la soberbia -rayana en lo criminal- que parece dominar el pensamiento de nuestras autoridades sigue prevaleciendo.
Porque mientras no se modifique la estrategia, todos los días seguiremos repitiendo: estamos en el peor momento de la pandemia.
Editorial Vanguardia