Semáforo al revés; entre los riesgos de no respirar y los de no comer
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Parece que el rojo del semáforo sanitario significa salga y siga.
El naranja, que mezcla el amarillo, significaría entonces: salida moderada y precavida.
No parece haber daltonismo poblacional sino una interpretación cromática voluntariamente invertida. No se ve que asome las narices el color verde y, si llegara a haber “rebrote” (que sólo es incremento) significará “alto”, es decir, repliéguense otra vez a resguardo, a confinamiento, a cuarentena cincuentona.
Entre quedarse y salir se va practicando la salida con dosis, con cuidados y previsiones en porcentajes variables. Desde los más tímidos escarceos hasta los que sólo siguen y aceleran, tomando rojo como verde. Se requiere la circulación de ingresos recíprocos para que el riesgo de asfixia no se convierta en desnutrición. Nadie pensó que algún día fuera a tener que escoger entre los riesgos de no respirar y los de no comer
VIOLENCIA CON SILENCIO O RUIDO
Peculado, desviación y soborno eran violencia habitual delictiva burocrática, institucional, de corbata o cuello blanco. Creaban un ambiente de corrupción pandémica nacional. Sin confinamiento carcelario ni vacuna de honradez e integridad. La contaminación se iba haciendo generalizada por no guardar sana distancia con los contaminados, generándose así la complicidad endémica y hasta hereditaria, de un sexenio a otro, con perfeccionada simulación.
Sí, era un tipo de violencia sin escaramuzas ni acometidas “de rompe y rasga”, sin estallidos. Una sustracción parasitaria desde dentro que mermaba lo necesario para crecer y distribuir orgánicamente y creaba tumores de opulencia personal. Usaba un sifón de niveles que pasaba los bienes y recursos de lo público a lo privado. La otra violencia es aparatosa, con ruido de destrucción y muerte. Y su permanencia sigue siendo creciente. La unanimidad constructora de justicia y paz es la gran esperanza, como ahora lo es el esfuerzo que, en los laboratorios del mundo, busca la vacuna que acabe con la letalidad de la infección viral.
DEPURAR LO PATERNO
Aquella amiga psicóloga no podía rezar el padrenuestro.
“No puedo”, decía “la palabra ‘padre’ me trae recuerdos de vicio, de violencia, de insulto, de abandono. Yo mejor digo: ‘amigo nuestro que estás en el cielo’. He tenido muy buenos amigos”. Es que resulta muy importante la imagen paterna para poder apreciar y alabar al Padre Creador. Quien no la ha tenido, necesita el impacto que significó para Camus el decirse: “Hay un Dios que me ama”.
Aquí en la ciudad, en el Día del Padre, hubo muchas formas de mucha creatividad para no dejar a los papás sin homenaje en tiempos de pandemia. Las redes se han llenado de fotos en que el afecto desborda y los recuerdos abundan. Es urgente depurar todo lo paterno. Los tiempos de convivencia no requieren mucha cantidad, pero sí mucha calidad para que se vaya integrando esa imagen inspiradora. A muchas personas las ayuda a encontrar su óptima versión de hijos y eso se va extendiendo a los ambientes en que se proyecta su personalidad.
NI MISERIA NI OPULENCIA
Las naciones van encontrando su estilo de vida.
Se puede satanizar tanto la pobreza como la riqueza. Y es que la pobreza se confunde con miseria, que no tiene ningún acceso a los bienes básicos, lo cual va en contra de la dignidad de la persona humana. Una sociedad justa, a todo el que nace debiera poder ofrecerle alimento, vestido, habitación, salud, estudio, trabajo, transporte y recreación. La riqueza se entiende como opulencia. Se generaliza una pésima riqueza hecha más de especulación que de producción, de salarios no pagados e impuestos evadidos, de constantes fraudes y negocios turbios. No se considera que puede una fortuna venir de una gran inteligencia empresarial, sana y humanista que da trabajo a muchas familias y apoya, generosamente, muchas causas justas...