Siluetas de Saltillo
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De gran tradición entre las tierras aledañas a Saltillo son las de Buenavista, donde hoy se encuentra la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro. El primer dueño de esas tierras fue el fundador de Saltillo, Alberto del Canto. El 20 de noviembre de 1599 las regaló al otro padre fundador, Francisco de Urdiñola. Ahí tuvo comienzo el vastísimo latifundio de Urdiñola. Mucha tierra se allegó ese recio señor, cuya familia en Oyarzun, España, era dueña apenas de un solarcillo en el que ni siquiera habrían cabido, extendidas, las escrituras de tantas propiedades como Urdiñola poseyó.
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Barrio de gran sabor y tradición ha sido siempre el del Águila de Oro. Fue nombrado así por una famosa tienda de ese nombre que ahí había. En el barrio del Águila de Oro estuvieron siempre los obrajes donde se tejían los prodigiosos sarapes de Saltillo y esas cobijas a las que les decían “de lana y lana”, que en los crudos inviernos salían de los arcones para dar su calor reconfortante. Otras se compraban, nuevas, lo que daba lugar al picaresco dicho que decía: “Lo mejor en las noches de invierno es dormir con una cobija nueva arriba y una vieja abajo”. En el Águila de Oro el maistro Abraham puso su industria de cuchillos, y ahí estaban algunos de los antiguos mesones a los que llegaban las carretas cargadas con los trigos riquísimos de Arteaga. El barrio del Águila de Oro guarda mucho de la tradición y el genio de Saltillo.
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Todavía a principios del pasado siglo Saltillo disfrutaba de un medio de transporte romántico y gracioso: los tranvías de mulitas, con carros que iban sobre rieles en medio de la calle tirados por parejas de mulas. De la Alameda partía el tranvía por Victoria hacia el oriente, tomaba por Juárez hasta General Cepeda, iba luego por Pérez Treviño hasta Murguía y de esta calle de nuevo hacia Victoria. Digo esto usando los modernos nombres de las calles, no con los que antiguamente tenían. Vida lenta y tranquila vivían nuestros antepasados en esta ciudad que ahora tiene más prisa y nuevos tráfagos.
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En el edificio que está en la esquina de las calles de Juárez e Hidalgo murió en feberero de 1881 don Jesús González Ortega. Alejado de la política a causa de amargos desengaños, González Ortega vivía en Saltillo, donde llevaba una existencia tranquila y rutinaria. Sus facultades mentales, sin embargo, fueron mermando al paso de los años, hasta el punto que cuando murió, el médico que extendió su certificado de defunción dictaminó que don Jesús había muerto “de reblandecimiento cerebral”. Fue González Ortega un liberal honesto y muy patriota.
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Calle Real, se llamó desde la fundación de Saltillo la calle de Hidalgo, por ser la primera y principal de la ciudad. Don Victoriano Cepeda le cambió de nombre en 1873. En una vieja casona de esa calle vivió el Padre Hidalgo durante los días que pasó en nuestra ciudad, de donde salió en marzo de 1811 para cumplir su cita con la traición y con la muerte. Desde esa casa, en la esquina suroeste de las calles de Hidalgo y Aldama, el Padre de la Independencia expidió su histórico decreto aboliendo la esclavitud en México. Otra página de la riquísima historia de Saltillo.