Soberbia y codicia
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2 diciembre 2018
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“‘Roma’ es un caso especial y las grandes cadenas cinematograficas hubieran podido hacer gran negocio alrededor con dinámicas, activaciones y promociones.”
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Evidentemente no podemos soltar el tema de “Roma”, la más reciente película del director mexicano Alfonso Cuarón. La semana pasada comentábamos sobre el profundo racismo con la que se ha recibido la presencia de Yalitza Aparicio como protagonista de esta cinta. Sin embargo, como a los mexicanos nos encanta ponernos el pie unos a otros, existe otro obstáculo al que la producción de Cuarón se enfrenta en nuestro país.
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Hace unos días, unos amigos míos que no trabajan para medios de comunicación, decidieron ir a ver “Roma” en la Cineteca de Monterrey, que se encuentra en el Parque Fundidora. En primer lugar, tuvieron que pagar la cuota del estacionamiento del lugar, después caminar unos 800 metros y atravesar una exposición fotográfica para, al final, encontrarse con una fila inmensa en la taquilla.
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¿Ustedes creen que, al llegar el turno de mis amigos, pudieron comprar sus boletos para la siguiente función? La respuesta es no. ¡Sólo había lugar para las funciones de ocho días después! Leyeron bien: ¡ocho días! Por supuesto que compraron sus entradas y las guardaron muy bien en un apartado muy oculto de sus carteras, no fuera a ser que les robaran esos boletos tan difíciles de conseguir.
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Y ahora no les quedaba más remedio que esperar una semana entera a ver la comentadísima película del primer director de cine mexicano que logró hacerse del premio Oscar. De hecho, al momento de escribir estas líneas, mis amigos todavía no han visto la cinta. Y muchos de ustedes dirán, entre fastidiados y condescendientes: “Pues ni que fuera la mejor película del Universo, que tus “pobrecitos” amigos se esperen a verla en Netflix”.
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En primer lugar ese sería un comentario muy “mexicano-contra-mexicano”; al subrayar que no es la mejor película de todas en lugar de reconocer el impacto internacional que tiene. Por otro lado, ese es justamente el punto: por su espectacular fotografía y su exquisito diseño de audio, es un enorme placer ver “Roma” en la pantalla grande. Si alguien se conforma con verla en su computadora o, peor aún, en su celular, se perderá la mayor parte de la grandiosidad de la cinta.
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Todo este circo de tener la posibilidad de ver “Roma” únicamente en cinetecas, salas de arte o espacios privados se debe sencillamente a la codicia y soberbia de las dos principales cadenas cinematográficas de nuestro país, léase Cinépolis y Cinemex que se negaron rotundamente a proyectar la película. Debido a que Alfonso Cuarón recibió dinero por parte de Netflix para financiar su muy costosa producción, el acuerdo con esta empresa fue estrenar la película en su plataforma apenas un par de semanas después de su estreno en los cines.
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Pero las cadenas pusieron el grito en el cielo diciendo que ellos necesitan de “la ventana” es decir, el espacio de tiempo que ellos consideran necesario para hacer negocio, teniendo en exclusiva los derechos de proyección. ¡Por piedad! “Roma” es un caso especial y las grandes cadenas cinematográficas hubieran podido hacer gran negocio con dinámicas, activaciones y promociones. Pero no. La soberbia de su posición les hace dar la espalda al público que llenamos sus salas y usamos constantemente sus aplicaciones, comprando boletos en segundos…¡para la siguiente función! Toda opinión es muy valiosa. Búsquenme en Twitter, Instagram, Facebook y Snapchat en: @felixrivera333
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